Tormenta de noche sobre Culiacán. De día la tormenta la ponemos nosotros.

Tormenta de noche sobre Culiacán. De día la tormenta la ponemos nosotros.
De día, la tormenta la ponemos nosotros.

jueves, 3 de abril de 2008

Graduado de Loyola

En noviembre de 1951 nació el décimo Murillo Monge se llama Jorge, está actualmente de moda y verdaderamente que mis padres cerraron con broche de oro. A la segunda, Mercedes, le llevo dos años y a Jorge: diez y siete.
Cursé tercer año (junior) acompañando de los que escribían el periódico de la escuela y de los oradores y participantes del equipo de debates. Obtuve el sexto lugar general y me asignaron al grupo de elite para cuarto año. En este grupo llamado senior, el último de la secundaria americana, ya no había ningún deportista, ningún político, ni ningún activista. Éramos nerds, estudiosos e insoportables. Al graduarme en junio de 1952 terminé en primer lugar.
No me van a creer pero es la primera vez que lo digo y casi nadie conoce mi certificado de estudios donde se consigna este hecho. Esa era la política social de mi padre: Ser discreto, no provocar envidias, mantener un perfil bajo. Hasta ahora me animo a romper con ella. En este grupo selecto llevábamos física con taller, química con laboratorio y geometría del espacio además de sociología, inglés y temas contemporáneos. Los del grupo fácil llevaban taller mecánico, canto, educación física y demás.
Fui examinado dos veces para conocer mi I. Q. En el examen de California, el rango de I. Q. que se considera promedio es de 100, más o menos 10%. Abajo de 90 se tendrá dificultad para aprender y arriba de 110 se tiene facilidad. Ha habido importantes científicos con I.Q. debajo de 100 y muchísimos hombres exitosos que apenas alcanzan este promedio. Durante el primer año de high school, con año y medio en EE.UU. obtuve 101, al empezar el cuarto año, con cuatro años en los EE.UU. obtuve 119. Buenas marcas pero no fuera de serie. El promedio del grupo selecto de cuarto año era de 123 por lo que yo era de los que lo bajaban. Desde primaria hasta profesional, siempre tuve la suerte de tener de compañeros a dos que tres estudiantes excepcionales. No es humillante, simplemente así es.
En las idas y venidas a Los Ángeles tuve algunas experiencias relevantes. En un viaje conocí las “cebras” de Tijuana (burros con rayas pintadas) simpleza mayor para turistas, si alguna la hay. En varias ocasiones volé en DC3 de Aerovías Reforma de Culiacán a Tijuana con escala en Guaymas.
En otro viaje, cuando ya tenía diez y siete años, conocí a un joven de mi edad que me invitó al hipódromo de Delmar, ya en EE.UU cerca de Tijuana. Perdió su dinero y parte del mío y no permitía que yo dejara de jugar con ruegos y súplicas asegurándome que tenía información confidencial sobre el ganador de la siguiente carrera. Gemía cuando le decía que yo tenía que dejar de jugar. Cuando prácticamente me quedaba dinero solamente para continuar a Los Ángeles decidí retirarme del hipódromo. Tuve necesidad de ponerle las manos encima para poder irme asustado de lo buey que yo había sido. Qué humillante para mí que ya me creía un adulto experimentado. Qué tristeza ver de primera mano la compulsión del juego. A eso, que viví y que todavía me impresiona, nos estamos exponiendo con los garitos que autorizan las autoridades. Extrañamos al presidente Cárdenas que cerró el complejo de apuestas de Agua Caliente en Tijuana. Era también el burdel y el proveedor de drogas de Los Ángeles y San Diego. Qué tristeza que, olvidando nuestra historia y el problema de pobreza y droga-adicción que ya enfrentamos, no solamente se consigan anuencias para instalar casas de juego sino que tengan la afrenta de nombrarlas “Caliente”.
Fui invitado a pasar fines de semana en las montañas cerca de L.A. Con familias de compañeros conocí el lago Arrowhead y los campamentos para esquiar de los lagos Big Bear y Little Bear. En rústicas cabañas de madera, como antes en Altata para nada parecido a lo que ahora se estila; las familias, que gustaban del excursionismo y de los deportes de invierno, viajaban a las montañas igual que nosotros vamos a la playa. Aparte de lo extraño para un culichi de conocer la cultura de la nieve, estaba el atractivo de participar en cenas familiares con platillos que se comparten entre los comensales. Fondue, gravies grasientos sobre puré de papas o sobre carnes gordas cocidas y calientes y demás comidas obligadas como pescados de aguas frías con piel y grasa, huevos cocidos y demás ofensas culinarias que ayudan a soportar el frío.
Una gran experiencia fue inscribirme en el equipo de debates. Se preparaban temas de actualidad y se viajaba a competir contra otras secundarias del sur de California. Mi inglés mejoraba y en el último año, cinco en los EE.UU., llegué a pertenecer al equipo número dos de la escuela. El primer equipo lo formaban dos excelentes oradores que competían con éxito en los concursos regionales y nacionales de oratoria. Battaglia que sería primer secretario de California en el gobierno de Reagan y O’Donnell que es prestigiado ginecólogo en L.A. Éste último fue campeón de oratoria de los EE.UU. en concurso sobre héroes de su guerra de independencia.
Durante estos años se dio la intervención del ejército de EE.UU. en la guerra de Korea. En el verano de 1950 Truman envía tropas a Korea. McArthur es su comandante. En abril de 1951 Truman le quita el mando a McArthur y le ordena regresar a EE.UU. Trascendió que habría habido desacato de McArthur a las órdenes de su comandante, o sea el presidente, sobre la estrategia militar conveniente dada la intervención de China en el conflicto. McArthur no entendía el concepto de respuesta militar limitada, no comprendía por qué los EE.UU. no usaran todo su poderío militar para ganar la guerra. Esto incluía las bombas atómicas. El pueblo americano recibió con muestras de gran simpatía al general tanto en San Francisco como en Nueva York pero su intento de candidatura a la presidencia fue un fracaso. La guerra continuó hasta su estancamiento en el invierno de 1952 y terminó con los tratados de Panmunjon en 1953. Korea es la primera guerra que EE.UU. no gana; seguiría Vietnam que fue la primera que pierde, lección que no aprenden porque están a punto de perder la de Iraq.Al graduarme pronostiqué que me convertiría en ingeniero civil. Fui inscrito en el Tecnológico de Monterrey adonde pasé los siguientes seis años volviendo realidad mis augurios.