Tormenta de noche sobre Culiacán. De día la tormenta la ponemos nosotros.

Tormenta de noche sobre Culiacán. De día la tormenta la ponemos nosotros.
De día, la tormenta la ponemos nosotros.

lunes, 20 de octubre de 2008

Ingeniero civil

Durante los estudios profesionales, tuvimos algunos buenos maestros. Cada uno dejó alguna lección importante. Don Pablo Quílez Araque, maestro de estructuras y puentes, insistía que una vez cursados los dos años primeros años de ingeniería general, ya deberíamos resolver todo tipo de problemas aunque no hubiésemos llevado la clase especializada. Que nos encontraríamos con problemas de aplicación especializada durante toda nuestra vida de ingenieros y que desde estudiantes deberíamos aplicar los criterios aprendidos en los primeros años. Lograr que don Pablo nos hablara de sus años de ingeniero en Marruecos español era entrar en un mundo de fantasía y misterio. Don Alberto Robles Gil, que frecuentemente se equivocaba haciendo cuentas, siempre nos dio ejemplo de hombría y rectitud. El Doctor Ordoñez era ocurrente y muy hábil ingeniero, ocasionalmente conseguíamos nos contara películas de aventuras que resultaban mejores que yendo a verlas. Roberto Gómez Junco, orgulloso por ser de los primeros ingenieros civiles del Tec, no estaba de acuerdo en dar facilidades para que se graduaran incapaces solamente porque hubieran terminado sus estudios. Dio mucha guerra a varios compañeros a quienes no consideraba aptos para el ejercicio de la profesión. Habría que empezar otra serie de artículos para tratar a cada uno de estos ilustres maestros.
Me faltaba un año para terminar las clases y decido separarme de mis compañeros de residencia. Ingreso a una casa de asistencia de primer nivel, elegante, ordenada y para profesionistas empezando sus carreras. Me urgía volver a aplicarme a los estudios porque si bien nunca había reprobado ninguna materia por otro lado mis calificaciones ya no eran tan buenas. Regreso a los estudios a recuperar terreno durante el último año y terminar en el plazo que me había fijado. Seis años para cursar preparatoria e ingeniería. Logré finalmente un buen promedio, 8.42, pero sin derecho a Mención Honorífica que requiere de 8.5. Mi promedio fue probablemente cuarto lugar de la generación de civiles superado solamente por Macías, Barahona, Chapa Garza y quizá algún otro.
Terminadas las clases la primera meta era regresar a Culiacán para empezar a trabajar. No solamente para lograr el sueño de abrirte paso como profesionista independiente sino también para volver a entrar al Casino a una tardeada del domingo, vestido de guayabera blanca y con los pantalones de Mandalay satinado papaloteando con los abanicos que pretendían refrescar. Quien haya vivido fuera sabe de lo que hablo. El regreso suele ser impactante porque lejos de aquí no somos gente bonita y por ello la belleza de las culichis impresiona cada vez que retornas. Desde luego ayuda que eres conocido y que te alegra y conforta notar que eres aceptado: que perteneces.
En aquellos años, las jóvenes usaban lociones florales y refrescantes para el diario, como el Blue Grass de Elizabeth Arden y el splash Jean Naté de Revlon; así además cuidaban sus perfumes más finos. Era la época,. Estaba de moda el Sortilegio de LeGallion para los sábados y para el domingo era frecuente el aroma del Arpege, de Lanvin. Casi ninguna usaba perfumes amaderados y más aseñorados como los de la casa Guerlain como el Mitsuko y el Heur Blue aunque recuerdo haber bailado con Shalimar y después con Vol d’Nuit. La tradición de Coty es que los soldados que retornaban de la Primera Guerra traían sus perfumes de regalo a los EE.UU. La introducción a este mercado hizo de Coty el perfumero más grande del mundo. Ya estaban establecidas prestigiadas casas como Givenchy, Laroche y Gres cuando aparecen los aromas frescos de Nina Ricci: Fille d’Eve, Coeur Joie y L’Air du Temps, creo que solamente sobrevivió el último. Ricci ha seguido y presentado nuevos aromas: Nina, Premier Jour, Les Belles, etc. El recién presentado Joy de Jean Patou, se anunciaba como el perfume más caro del mundo. Ya era de prestigio el Femme de Rochas que tiene la leyenda de haberse confeccionado en una vieja fábrica de pintura durante la ocupación en la II Guerra. Desde luego reinaba desde entonces el Channel No. 5. Los modistos empezaban a introducir perfumes. Dior, Balenciaga, etc. Mientras tanto los hombres usábamos agua de azahares de Sanborns y el eterno Vetiver. Yo prefería el “Y” de Yves Saint Laurent porque no me gustaban las otras esencias más baratas: Barón Dandy, Yardley, English Leather y Old Spice. Después aparecerían docenas; no, más bien cientos, de perfumes. Sorprende que emergieran con éxito, en mercado tan competitivo, firmas como Donna Karan, Carolina Herrera y que fuese muy vendido el Giorgio de Armani. Ahora cualquier personaje conocido vende perfumes aprovechando su renombre. Cabe preguntar: ¿A qué huele el llamado Mischa de Mikhail Barishnikov o para el caso el presentado por la tenista argentina Gabriela Sabbatini? ¿A sudor?
A las novias les regalábamos lociones, perfumes, abanicos de mano españoles y mantellinas, triángulos y goyescas. Ellas correspondían con plumas fuentes y encendedores. Así pasan las modas. Ya casi nadie usa plumas fuentes porque los bolígrafos actuales son baratos y de buena calidad. Los encendedores de cigarrillos serían ahora un extraño regalo. Los aires acondicionados han vuelto obsoletos, en la mayoría de las ocasiones, a los abanicos de mano. Las mantellinas que las mujeres usaban para cubrirse la cabeza pasaron a la historia primero porque ya no se tapan en el templo y segundo porque ya ni a misa van.
Aproveché la ventaja de no tener que trabajar de inmediato. Mi padre admitió que pasara las vacaciones de verano como si fuese estudiante cuando de hecho ya había terminado mis clases. Al principiar septiembre regresé a Monterrey para elaborar mi tesis y preparar el examen profesional. A diario me avoco al estudio, redacción e impresión del primer libro que escribí llamado: “Anteproyecto de tubería suspendida” (Hay otros ocho) Es un puente colgante sobre una barranca para una línea de conducción de petróleo. A los tres meses y medio, el 19 de diciembre de 1958, presenté examen: al día siguiente estaba en Culiacán ya como flamante ingeniero civil.
En la primera fiesta a que asistí me llamó la atención una hermosa, juvenil, natural, equilibrada, serena y encantadora joven. Busqué la manera de conocer, cortejar, noviar y pedirla en matrimonio. Ahora resulta que ya me tenían visto desde endenantes. Así es esto. Ahora Silvia Eugenia Carrillo Hernández es la señora Tití. Sigue igual de hermosa, juvenil, natural, equilibrada y encantadora. No tan serena porque nadie que me haya aguantado medio siglo lo puede ser. Ustedes lo saben que me soportaron durante esta larga perorata acerca de mi vida de estudiante.
Éste es el último ensayo de la serie que archivo en una carpeta que titulé: “Años de escuela”.

Primeros años de ingeniería

Once estudiantes del Tecnológico originarios de Sinaloa, Sonora y Baja California; rentamos una hermosa residencia por la calle Hidalgo, dos cuadras al poniente de La Purísima, frente a un delgado camellón con palmeras. Mis compañeros de cuarto eran Lucano Carlos Orrantia Ferreira, culichi, y Julián Ignacio Gallego Monge de Tijuana. Allí estuvimos más de tres años hasta que nos fuimos recibiendo y dejando Monterrey. Vivimos en hermandad durante este bello tiempo pero una vez en nuestras ciudades de origen jamás nos buscamos para nada. Verdaderamente extraño e inexplicable.
Hicimos nuevas amigas. Gabriela, amable, dulce, lectora de revistas culturales, de biografías y de novelas de moda; Isabel, blanca, rubia, guapa y plantosa, buena para contar chistes y de risa fácil y confiada; Martha, de hermoso rostro y cierta timidez; María Isabel, que pretendía ser la jefa del grupo y era la organizadora de todos los eventos; Mary, un poco mayor que nosotros, simpática y realmente la conductora del rebaño, era cajera de Banco y llegó a gerente para cuando nosotros terminamos nuestras carreras y empezaríamos a trabajar. Eran también del grupo unas jóvenes de Tamaulipas: Guillermina y sus hermanas cuyos nombres y apellidos olvidé porque estas memorias debieron escribirse hace cincuenta años. Estas mujeres nos enseñaron a entender la amistad, apreciar la ternura, aquilatar la fidelidad. No hay con qué pagar lo que les debemos a estas jóvenes de nuestra edad, 23 a 24 años para cuando nos recibimos, que ya eran mujeres sensatas, maduras y listas para formar familias y que nos toleraron tantos años mientras nosotros transitábamos de estudiantes inmaduros y cabríos insensatos que apenas entendíamos la vida, a profesionistas a punto de asumir nuevas obligaciones. Seguramente ellas tenían sus razones y otros pretendientes más prometedores y formales pero el hecho es que nos aceptaban y nos tuvieron paciencia. Les correspondimos olvidándolas y jamás enterándonos que fue de sus vidas.
Me gustaría platicarles de dos que tres novias que tuve pero hay muchos moros en la costa.
Por amistad con Francisco Orozco, jugábamos básquetbol, originario de la Baja, conocí un grupo de estudio. Orozco se fue separando porque sería ingeniero mecánico, después se doctoró en ingeniería, mientras los demás aspiraban a ingeniería civil. Eran los mejores estudiantes de la generación que terminó sus estudios en 1958. Por fortuna me fueron aceptando y terminé siendo miembro de número. Con ligeras diferencias en retención, velocidad, capacidad de abstracción y organización mental de cada uno opino que: Luís Echeverri Said, del D.F., tiene el “foresight y feeling” de lo que es la ingeniería; Manuel Barahona Aguayo, de padre hondureño radicado en Monterrey; obtuvo el mejor promedio de calificaciones del grupo; Lauro Chapa Garza, de Sabinas, Coahuila; fue mención honorífica al graduarse; Tomás Cantú Martínez, de padre tamaulipeco y madre nayarita pero radicados en Monterrey; es el mejor industrial de la construcción. Casi nunca trabajaba con nosotros el mejor estudiante de la generación que era Miguel Ángel Macías Rendón, QEPD, que obtuvo el máximo galardón al graduarse: Premio al Saber.
“Los chico malos” que se sentaban en la última fila muy pronto nos apodaron: “Persignados”. Nos consideraban conservadores y dedicados y se burlaban que nos sentáramos en la primera fila del salón de clases. Sostenían que el orgullo estudiantil era pasarla bien y aprobar los exámenes sin mucho esfuerzo. Nadie puede cursar ingeniería civil con esa pretensión por lo que algunos de ellos deben haber sido particularmente brillantes. Recuerdo a Schiafino, Traslaviña, Pepé Cantú, Perro Quintana, Ojón Castaños, Borrega Gonzalez y a Plácido Garza.
La carrera se considera difícil más no tanto como otras ingenierías pero extrañamente sí es la que obtiene menos premios académicos en las fiestas de graduación general del Tec que se celebran anualmente.
La rutina que diariamente seguíamos era muy parecida. Todas las tardes, de lunes a viernes, Tomás pasaba por nosotros en su automóvil y en su casa durábamos horas haciendo tareas y estudiando. Un café después del estudio ya noche en alguna Farmacia Benavides y aquí se rompió una tasa. Sábados y domingos eran para divertirse con los amigos que cada quién tenía por separado salvo que las tareas ameritaran trabajar el fin de semana cuando se repetía la rutina acostumbrada. Este estudio cotidiano me permitió seguir aprobando exámenes y son los Persignados en buena parte responsables de que terminara la carrera.
En la época durante la que estudié, ingeniería civil tenía la pretensión de abarcar las disciplinas de ingeniería en general. No obstante la enorme diferencia entre las disciplinas, las universidades, que parecen no enterarse a tiempo de nada, todavía graduaban ingenieros mecánicos electricistas. Además, ya se advertía que en la electrónica estaría el futuro y que pronto sería otra carrera por separado. Los enormes avances en la aplicación de la química y la física ya tenían a Gagarin en el espacio. La energía atómica pasaba de las bombas a las plantas para producir energía controlada. La cibernética anunciaba su irrupción en nuestra vida diaria. Ya se conocían aplicaciones de nano-tecnología. No obstante lo anterior los civiles pretendíamos abarcarlas. ¡Qué desproporción! ¡Qué monumental soberbia! Así entonces, llevábamos cursos de ingeniería eléctrica con taller en donde aprendíamos a conectar generadores y motores; y cursábamos ingeniería química, orgánica e inorgánica, con laboratorio de análisis cualitativo. Actualmente ya no se imparten estas materias porque las básicas propiamente de ingeniería civil; como estática, dinámica, resistencia de materiales, mecánica de suelos, hidráulica y estructuras; ocupan toda la dedicación posible de los civiles. Estos primeros años de la carrera son muy difíciles. En ellos se estudia la teoría de la que partirán las aplicaciones como: puertos, presas, canales de navegación, ferrocarriles, carreteras, instalaciones de edificios y diseño y cálculo en acero y en concreto. No siendo ninguna de las aplicaciones extremadamente difícil, sí requieren de tan diferentes criterios que muy pocos cursan la carrera con buenas calificaciones en todas las materias.

martes, 13 de mayo de 2008

Años de Escuela. Segundo de preparatoria

Segundo de preparatoria
El Tecnológico me permitió presentar los cursos de inglés a título de suficiencia. Así entonces, por estar dividido el año escolar en semestres, desocupé cuatro horas de clases mientras cursaba preparatoria y las aproveché tomando cursos de profesional que no tuviesen incompatibilidad, esto es que no exigieran que hubiese tomado cursos anteriores. No pude adelantar estructuras metálicas mientras no terminara física de preparatoria y así pero encontré muchas materias que no tenían la incompatibilidad señalada. O sea que cuando me registré propiamente en la carrera de ingeniería civil, ya tenía cursadas varias materias de profesional. Conocí por lo tanto a muchas generaciones de compañeros ingenieros. En seis años hice preparatoria e ingeniería.
Estuve interno durante dos años. En el primer semestre de prepa me tocó de compañero de cuarto un estudiante que ya estaba cursando ingeniería. Se llama Pedro Fernández del Valle, alias Perico, y era a no dudarlo poblano. “Perro, perico y poblano: no los toques con la mano, tócalo con un palito porque es animal maldito” Nuestra actitud hacia todo era diferente. Él quería conocer a las muchachas de la alta sociedad de Monterrey, hacer amistad con la realeza regia, asistir solamente a eventos de categoría y jamás permitiría ser visto en bailes populares, cantinuchas, taquerías y cuchitriles o alternando con los “petroleros”, becados de PEMEX. Solamente admitía lo que correspondiera a su linaje y apellido. Sus pretensiones y presencia, sin embargo, eran modestas comparadas a las de otro compañero de cuarto que tuve en Loyola, en Los Ángeles, nada menos que don Federico Sáenz Larriba de Torreón, Coahuila. El más pretensioso y elegante de los culichis no le llega a los tobillos a don Federico. En el segundo semestre me asignaron a Roberto Stern, un joven judío, formal, piadoso, cumplido con su religión y dedicado estudiante. Con respeto, también con su ejemplo, me reclamaba que desperdiciara mi tiempo en correrías con los vagos de la escuela. En tercer semestre me asignaron a Juan Wiley, de Los Mochis, compañero ingeniero que exigía que nunca hablaras groserías contra las mujeres. Era anatema que dijeras: “pinches viejas” o cualquier común vituperio contra la mujer. Lección cuya validez acepto aunque nunca me he terminado de acostumbrar. Para el cuarto semestre nos fuimos a “La Silla” un viejo motel convertido por el Tec en internado separado del campus universitario. Allí nos agrupamos estudiantes de Sinaloa, Sonora y B.C. Después viviríamos en una casa de asistencia en calle Padre Mier, pocas cuadras antes de la iglesia La Purísima y enseguida, ya en profesional, en una hermosa residencia que rentamos en al Colonia María Luisa.
Los compañeros de Tijuana eran aficionados a los toros. Era frecuente que asistiéramos a las corridas. Para nuestra mala suerte la torería mexicana pasaba por un largo lapso en el que no había figuras. Calesero ya era viejo así como Procuna y Arruza que empezaba a rejonear. Espinoza, Silverio, Briones y Castro estaban retirados y el “Monstruo” español, Manolete, había fallecido. Toreaba Solórzano y un sinaloense Tirado pero ninguno era estrella todavía. El mejor mexicano de esa época era Joselito Huerta. Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera y el español el Cordobés todavía no empezaban. Los españoles que se presentaban en Monterrey no eran grandes toreros. Borrero y el Litri mal sacaron las corridas que les vimos. En España eran grandes figuras Ordoñez y Dominguín pero poco venían a México por un pleito entre las comisiones de toreo.
La dificultad de ver toros es que tienes que asistir a todas las corridas de la temporada. Es frecuente que sean un desastre cruento y cruel. Sales decepcionado una y otra vez y dejas de asistir resultando que cuando faltas la corrida fue gloriosa. La tarde de tu ausencia los toros embestían, los picadores no los masacraron agotándolos, los toreros querían lucir su ballet de la muerte y los que habrían ido a la fiesta llegaban roncos de tanto gritar: “Ole, ole, torero, ole matador”. Sin embargo ocasionalmente se presentaba un espectáculo de toros muy hermoso: La rejoneada. Me tocó ver a Ángel Peralta, extraordinario; a Álvaro Domecq, un maestro; y a Carlos Arruza, los tres con severo traje andaluz. Me tocó la primera corrida en Monterrey de Gastón Santos que se presentaba con traje como si fuera paje de cuento de hadas. Bloqueando la entrada a sombra varios carros negros con los guardaespaldas de su padre, Gonzalo N. Santos, el famoso “Alazán Tostado” tan notorio en nuestra política nacional, que asistía a la presentación de su hijo en Monterrey.
Alguna vez debió haber sido club de gente adinerada pero, para 1954, el Terpsícore era para bailes populares que se llevaban a cabo en amplios jardines y en una gran casa club. Mil doncellas asistían pero daba trabajo encontrar quien bailara como en Culiacán, esto es abrazados y de cachetito. Secretarias de médicos y de abogados, mujeres de la gran clase media baja de Monterrey y demás trabajadoras de cuello blanco eran las asistentes. Aunque la entrada era cuidadosamente vigilada se colaban representantes de la profesión más vieja del mundo. Los caballeros éramos cientos de estudiantes del Tec y de la Universidad de Nuevo León. La ocasión propicia para rivalidades y pleitos.
Platicar con gente de Monterrey era impactante. Vivían y trabajaban todavía los padres de las generaciones que ahora son los dirigentes de la industria regiomontana. Aquellos señores que fundaron los consorcios actuales eran trabajadores y frugales. Jamás se exhibían como derrochadores, nunca como irresponsables. Por imitación, sus esposas y descendencia hacían gala de medidos y de ahorrativos. Pero las malas costumbres se propagan. Ahora los hijos de aquellos austeros señores presumen de vinos y champañas, de viajes y de dispendios: hasta parecen culichis.
Con el antecedente de la buena secundaria en Loyola no había problema para aprobar las clases de preparatoria. La terminé con muy buen promedio.

miércoles, 9 de abril de 2008

Años de Escuela. Primero de preparatoria

Primero de preparatoria
Después de unos días en Culiacán, una vez llegado de Los Ángeles, mi padre, don Arturo, me dijo: – El padre Barraza quiere hablar contigo.– Concerté cita con don José Lorenzo. Al llegar lo saludé en latín: –“Hola padre, qué se ofrece”– Me miró extrañado, aclaré: –Llevé cuatro años en la secundaria de jesuitas.– Bien,– dijo y fue al grano: – Te vi bajar del avión cuando llegaste. Tu comportamiento me extrañó porque es de soberbia y arrogancia. Así ni amigos vas a tener. ¿Por qué? Tu padre no es así y tu madre es dulce y cariñosa con todo el mundo. Vas a empezar tus estudios de profesional ya como un joven adulto y no te conviene esa actitud.– Sabía que el padre Barraza Mota y don Arturo eran amigos y que me aconsejaba con buena intención por lo que acepté la lección y la tarea que me impuso que les aseguro todavía me mantiene ocupado.
Hablaré de la preparatoria como la conocí. Esto es de dos años de estudio después de los tres de secundaria.
No sabría precisar cuál fue la razón de por qué deje de ser el mejor estudiante. Quizás contribuyeron varias circunstancias. Primero, el Tecnológico de Monterrey no me reconoció mis estudios de high school sino como secundaria y no incluyó ninguna materia de preparatoria. Mínimo debí haber entrado a segundo de preparatoria. La consecuencia de volver a cursar trigonometría y álgebra con los mismos textos que me habían dado dieces en high school, le quitó el reto a mis estudios. Así entonces, no era infrecuente que los maestros se fueran durante clases y me dejaran a cargo del grupo y de impartir la lección del día y que invariablemente me sacaran de los exámenes, para evitar me copiaran los compañeros. Sin embargo reconozco que después de cinco años en los EE.UU. no sabía adonde iban los acentos ortográficos y tuve que dedicarme a aprender español, historia de México y otras materias que me faltaban para completar la educación media superior.
Otra razón importante fue que mis amigos y compañeros ya estaban muy adelantados en su trato con las muchachas que buscábamos como amigas o novias y también con las empleadas del comercio del centro de Monterrey que procurábamos para intentar todo lo posible. En esos menesteres yo estaba muy atrasado y tuve que aprender por imitación, como posiblemente lo hagamos todos.
El problema es que los jóvenes admirados son los Donjuanes exitosos que no ofrecen el mejor ejemplo de buen trato a las mujeres. Aprendí a bailar, a hacer amigas y a noviar de la peor manera posible. Batallar y sufrir por no ser dominado ni mandilón. Luchar por someter a quienes se equivocaban queriéndote obligándolas a que soportaran desprecios y traiciones. Todavía me remuerde la consciencia de la enfermiza relación que considerábamos exitosa. Durante los siguientes años en dolorosa transición, gracias Dios, algo entendí. Que ellas participan del mismo juego y con frecuencia te toca perder: es cierto pero tardas en entender que nada pierdes enamorándote. Ya quisieras, pasado el tiempo, volver a ponerte en ese estado de distracción, mirada perdida y sin ganas de comer.
Nuestras primeras amigas fueron Silvia, Gloria y la hermana menor que no recuerdo su nombre. Morenas, hermosas y alegres fueron nuestras compañeras de nevería, de bailes y de paseos. Muchachas encantadoras a las que temíamos porque noviarlas implicaría compromisos serios. Creo que tenían un comercio de ropa de trabajo, no estoy seguro. Eran hacendosas y sensatas. Finalmente algunos de nosotros dieron el paso importante y se casaron con ellas.
La otra gracia era conocer cantinas, tomar de más sin hacer el ridículo, tramarte a golpes con quién fuera. Aprendizaje, innecesario si los hay, que nada tenía que ver con nuestra estadía en esa industriosa ciudad de Monterrey adonde nuestras familias nos enviaban a estudiar una carrera profesional.
Las amistades eran, desde luego, los paisanos sinaloenses pero también los sonorenses y los de Baja California. El Tecnológico había convenido con PEMEX que a cambio de que éste instalara talleres de mecánica y de electricidad el Tec becarían a hijos de trabajadores. Ciento ochenta estudiantes de Tamaulipas y Veracruz eran internos y se distinguían claramente por su manera de hablar, de vestir y desde luego por su tez morena. Les llamábamos: “petroleros”. Ninguno de los estudiantes, la mayoría hijos de gente rica de muchas ciudades del país, hacía amistad con los petroleros. Qué esperanzas que jóvenes originarios de San Luís Potosí, Puebla, Guadalajara, México y para el caso de Sonora o del norte del país fueran amigos de esta raza. Todo el mundo los evitaba y ellos se mantenían aparte. Solamente los sinaloenses simpatizábamos con ellos. Costeños como nosotros y con la misma costumbre de comer mariscos, tomar cerveza, bailar y bromear con picardía y crudeza; la misma afición por el béisbol y con el mismo estilo relajado y abierto; los sinaloenses convivíamos con ellos naturalmente. En verdad que vivíamos en dos mundos muy diferentes entre sí y sin problema alguno.
Monterrey tenía trescientos cincuenta mil habitantes. Era menor a la mitad del Culiacán actual. No había ningún restaurante de chinos, menos de japoneses que aun aquí son nuevos. No había sino una sola marisquería de cócteles desabridos. Muchos platillos regionales eran a base de carne molida, en cubitos o deshebrada aderezada con salsas poco picantes con sabor a laurel. El cabrito y las agujas son las comidas típicas y muy sabrosas si encuentras adonde los preparen debidamente. Sin embargo, había dos restaurantes árabes, por decirle así a la comida libanesa, y en la Calzada había un restaurante judío de comida kosher. Para muchos efectos era otro mundo no tan fácil de conocer. Hacer amistades con compañeros y amigas locales, o sea con los y las regias, no era cosa fácil.
El box siguió siendo afición preferida. Íbamos en grupo a ver pelear a Juan Bolaños, Kid Anahuac y a un buen boxeador local llamado Domingo Rivera. México todavía no daba a su afición grandes estrellas internacionales en este deporte. El único campeón que habíamos tenido, en los años cuarenta, era Juan Zurita. No cuento a uno de los más grandes campeones de todos los tiempos, Manuel Ortiz, porque no era propiamente mexicano ya que nació, creció e hizo su carrera en California. La aviada que traía de mis estudios en Loyola me acarreaba pasando las clase de preparatoria sin dificultades. Éstas ya se presentarían.

jueves, 3 de abril de 2008

Graduado de Loyola

En noviembre de 1951 nació el décimo Murillo Monge se llama Jorge, está actualmente de moda y verdaderamente que mis padres cerraron con broche de oro. A la segunda, Mercedes, le llevo dos años y a Jorge: diez y siete.
Cursé tercer año (junior) acompañando de los que escribían el periódico de la escuela y de los oradores y participantes del equipo de debates. Obtuve el sexto lugar general y me asignaron al grupo de elite para cuarto año. En este grupo llamado senior, el último de la secundaria americana, ya no había ningún deportista, ningún político, ni ningún activista. Éramos nerds, estudiosos e insoportables. Al graduarme en junio de 1952 terminé en primer lugar.
No me van a creer pero es la primera vez que lo digo y casi nadie conoce mi certificado de estudios donde se consigna este hecho. Esa era la política social de mi padre: Ser discreto, no provocar envidias, mantener un perfil bajo. Hasta ahora me animo a romper con ella. En este grupo selecto llevábamos física con taller, química con laboratorio y geometría del espacio además de sociología, inglés y temas contemporáneos. Los del grupo fácil llevaban taller mecánico, canto, educación física y demás.
Fui examinado dos veces para conocer mi I. Q. En el examen de California, el rango de I. Q. que se considera promedio es de 100, más o menos 10%. Abajo de 90 se tendrá dificultad para aprender y arriba de 110 se tiene facilidad. Ha habido importantes científicos con I.Q. debajo de 100 y muchísimos hombres exitosos que apenas alcanzan este promedio. Durante el primer año de high school, con año y medio en EE.UU. obtuve 101, al empezar el cuarto año, con cuatro años en los EE.UU. obtuve 119. Buenas marcas pero no fuera de serie. El promedio del grupo selecto de cuarto año era de 123 por lo que yo era de los que lo bajaban. Desde primaria hasta profesional, siempre tuve la suerte de tener de compañeros a dos que tres estudiantes excepcionales. No es humillante, simplemente así es.
En las idas y venidas a Los Ángeles tuve algunas experiencias relevantes. En un viaje conocí las “cebras” de Tijuana (burros con rayas pintadas) simpleza mayor para turistas, si alguna la hay. En varias ocasiones volé en DC3 de Aerovías Reforma de Culiacán a Tijuana con escala en Guaymas.
En otro viaje, cuando ya tenía diez y siete años, conocí a un joven de mi edad que me invitó al hipódromo de Delmar, ya en EE.UU cerca de Tijuana. Perdió su dinero y parte del mío y no permitía que yo dejara de jugar con ruegos y súplicas asegurándome que tenía información confidencial sobre el ganador de la siguiente carrera. Gemía cuando le decía que yo tenía que dejar de jugar. Cuando prácticamente me quedaba dinero solamente para continuar a Los Ángeles decidí retirarme del hipódromo. Tuve necesidad de ponerle las manos encima para poder irme asustado de lo buey que yo había sido. Qué humillante para mí que ya me creía un adulto experimentado. Qué tristeza ver de primera mano la compulsión del juego. A eso, que viví y que todavía me impresiona, nos estamos exponiendo con los garitos que autorizan las autoridades. Extrañamos al presidente Cárdenas que cerró el complejo de apuestas de Agua Caliente en Tijuana. Era también el burdel y el proveedor de drogas de Los Ángeles y San Diego. Qué tristeza que, olvidando nuestra historia y el problema de pobreza y droga-adicción que ya enfrentamos, no solamente se consigan anuencias para instalar casas de juego sino que tengan la afrenta de nombrarlas “Caliente”.
Fui invitado a pasar fines de semana en las montañas cerca de L.A. Con familias de compañeros conocí el lago Arrowhead y los campamentos para esquiar de los lagos Big Bear y Little Bear. En rústicas cabañas de madera, como antes en Altata para nada parecido a lo que ahora se estila; las familias, que gustaban del excursionismo y de los deportes de invierno, viajaban a las montañas igual que nosotros vamos a la playa. Aparte de lo extraño para un culichi de conocer la cultura de la nieve, estaba el atractivo de participar en cenas familiares con platillos que se comparten entre los comensales. Fondue, gravies grasientos sobre puré de papas o sobre carnes gordas cocidas y calientes y demás comidas obligadas como pescados de aguas frías con piel y grasa, huevos cocidos y demás ofensas culinarias que ayudan a soportar el frío.
Una gran experiencia fue inscribirme en el equipo de debates. Se preparaban temas de actualidad y se viajaba a competir contra otras secundarias del sur de California. Mi inglés mejoraba y en el último año, cinco en los EE.UU., llegué a pertenecer al equipo número dos de la escuela. El primer equipo lo formaban dos excelentes oradores que competían con éxito en los concursos regionales y nacionales de oratoria. Battaglia que sería primer secretario de California en el gobierno de Reagan y O’Donnell que es prestigiado ginecólogo en L.A. Éste último fue campeón de oratoria de los EE.UU. en concurso sobre héroes de su guerra de independencia.
Durante estos años se dio la intervención del ejército de EE.UU. en la guerra de Korea. En el verano de 1950 Truman envía tropas a Korea. McArthur es su comandante. En abril de 1951 Truman le quita el mando a McArthur y le ordena regresar a EE.UU. Trascendió que habría habido desacato de McArthur a las órdenes de su comandante, o sea el presidente, sobre la estrategia militar conveniente dada la intervención de China en el conflicto. McArthur no entendía el concepto de respuesta militar limitada, no comprendía por qué los EE.UU. no usaran todo su poderío militar para ganar la guerra. Esto incluía las bombas atómicas. El pueblo americano recibió con muestras de gran simpatía al general tanto en San Francisco como en Nueva York pero su intento de candidatura a la presidencia fue un fracaso. La guerra continuó hasta su estancamiento en el invierno de 1952 y terminó con los tratados de Panmunjon en 1953. Korea es la primera guerra que EE.UU. no gana; seguiría Vietnam que fue la primera que pierde, lección que no aprenden porque están a punto de perder la de Iraq.Al graduarme pronostiqué que me convertiría en ingeniero civil. Fui inscrito en el Tecnológico de Monterrey adonde pasé los siguientes seis años volviendo realidad mis augurios.

viernes, 14 de marzo de 2008

Años de escuela. Arribo a Loyola

Arribo a Loyola
Cursé el primero (freshman) y segundo año (sophmore) de high school en los años escolares de septiembre de 1948 a junio de 1950. Éste año nació mi hermanita Margarita. Inteligente, observadora y curiosa, alegró durante años a mis padres y a mi tía Carmelita con sus reportajes de los acontecimientos del barrio.
La primera noche que me quedé solo en Loyola, al entrar al cuarto para cuatro internos recién ingresados a primer año, dos de ellos torturaban a uno más pequeño tirándole sus libros al suelo. Entré y ordené que pararan el juego. Los jovenzuelos americanos, de mayor tamaño que yo, se me quedaron viendo, no entendían lo que les decía porque yo era tan pequeño como el torturado. Debo haber tenido un lenguaje corporal convincente o bien todavía despedía el tufillo de la correccional en donde había estado, el hecho es que obedecieron. En adelante Walter Bell, que así se llamaba la victima, sería mi amigo. Decidido a conocer la literatura de EE.UU., Walter tenía tarjeta de la biblioteca pública de Los Ángeles, yo todavía conservo la que me insistió consiguiera, y él sacaba tres libros a la semana, mismos que leía en ese lapso. Al tiempo Walter sufrió varias crisis nerviosas y fue corrido de la escuela después que intentó suicidarse. Sería readmitido y se graduó en Loyola. Walter era amigo de un estudiante también de Loyola que era hijo de chinos de L.A. cuyo padre tenía la más grande colección de grabaciones de todo tipo de música clásica. Me tocó escuchar a Caruso en discos cilindrícos de pasta, presencié discusiones sobre las virtudes de dirección de Furtwangler y de Toscanini. En fin, que tuve que seguir protegiendo de las burlas y agresiones de los demás compañeros tanto a Walter como a su amigo chino.
Loyola tenía un sistema educativo que fuera imposible en estos tiempos más democráticos, didácticos o lo que sean. Desde el primer grado seleccionaban a los alumnos que estimaban podían con mayor carga de trabajo para colocarlos en grupos jerárquicos de capacidad. Por haber obtenido pobres resultados en el examen de admisión, me colocaron en el grupo más fácil para cursar el primer año. Fueron mis amigos los mejores deportistas de la escuela y los políticos estudiantiles que pedían el voto para llegar a la directiva de la sociedad de alumnos. Al empezar el segundo grado, no me pasaron al grupo selecto sino a uno intermedio no obstante que en primero obtuve el doceavo lugar general pero creyeron que habría tenido la ventaja del grupo fácil de primero. Este grupo de nivel intermedio tenía, aparte de algunos deportistas, a los actores del programa de teatro. Obtuve el octavo lugar y todavía así no me colocaron en el mejor grupo.
Por razones patrióticas, por no saludar la bandera de EE.UU. a diario y prometer lealtad a la misma, no participé del entrenamiento militar que Loyola ofrecía. R.O.T.C. (Cuerpo de entrenamiento de oficiales de reserva) No aprendí a desarmar la Colt 45, el Garand 30, ni el BAR. No aprendí a leer mapas militares, ni a marchar en formación. No me tocó ser enseñado a tirar al blanco con munición verdadera en el campo de tiro del colegio y por tanto no participé en los concursos de tiro regionales y nacionales. Ahora considero exagerado mi patriotismo. Me pregunto: ¿Con qué dispensa especial asisten los cadetes del H. Colegio Militar a estudiar a la academia militar de West Point o bien los estudiantes mexicanos que han asistido a academias militares en los EE.UU.?
Los jesuitas lograron que dejara de pelear con mis condiscípulos. Cuando llegué al internado para el segundo año, me asignaron de compañero de habitación al campeón de box de la escuela que además corría las carreras de 400 y 800 metros, jugaba fútbol americano, estaba en cuarto grado y era desde luego mayor que yo. Un joven judío, Jack Roth, que era becado y tenía la recomendación de hacerme hacer ejercicio para que equilibrara el tiempo entre el estudio y el ejercicio. A partir de entonces ningún estudiante de mayor edad o tamaño se atrevería a buscarme camorra, debido a mi compañero de cuarto, como tampoco lo harían los de mi edad en virtud de mi entrenamiento diario. Como consecuencia de una mayor seguridad personal me fui volviendo pacífico pero me quedó la costumbre, de por vida, de hacer sentadillas, lagartijas, abdominales, brincar cuerda y hacer sombra.
En 1948 se empezó a sembrar con agua de la recién inaugurada Presa de Sanalona. La construcción de la presa y del sistema de riego, el desmonte del Valle y las primera cosechas dieron a Culiacán a sus primeros jóvenes con dinero de sobra. Empiezan los sueños de grandeza y las conversaciones son de whiskey y cognac, de la tambora, las serenatas, los viajes, las mujeres y el dispendio. Me tocó escucharlos repetidas veces: son las mismas actitudes de ahora que de entonces nos vienen. El alarde, la fantochada, el desprecio por los que no sabían gastar. Muchos se extraviaron en el camino.
En 1949 los Estados Unidos perdieron China. Nunca fue de ellos pero así se expresaban en los EE.UU. para indicar que el partido comunista de Mao Zedong había triunfado en su guerra civil contra los nacionalistas de Chiang Kai-Shek. Los dos bandos reclamaban ser sucesores de la republica fundada por el Dr. Sun Yat-Sen después del derrocamiento de la dinastía Manchú. Se conocen como “China Hands” a los funcionarios del Servicio Exterior de los EE.UU. que informaban a su gobierno que los nacionalistas eran incompetentes y corruptos y que perderían eventualmente con los comunistas. Recomendaban, además, como táctica práctica y sensata el negociar con Mao y Shou En-Lai. Sabían que China era una nación con su propio carácter y que sus dirigentes no eran lacayos de Stalin ni de Rusia. Curiosamente el general, jefe de las tropas de EE.UU. en el continente asiático durante la guerra contra Japón, informaba y recomendaba exactamente lo mismo. Al regresar a EE.UU. después de la guerra, el general Stilwell fue silenciado por sus superiores. Sus documentos se conocen porque su viuda, enojada por los atropellos morales contra su esposo, los hizo públicos. Se supo entonces que Stilwell se refería a Chiang Kai-Check como “cacahuate” y como éste se hacía llamar “generalísimo”, Stilwell le decía a Madame Chiang la “madamísima” que conlleva en inglés la connotación de regenteadora de burdel o madrota. Shou En-Lai asistió al sepelio de Stilwell en los EE.UU. A los China Hands les arruinaron sus carreras en el servicio diplomático y los persiguieron, durante el McCarthismo, como simpatizantes comunistas. Conocían el país y a los protagonistas de ese tiempo mejor que nadie puesto que muchos eran nacidos y habían sido criados y educados allá porque eran hijos de misioneros en China. Su pecado fue informar honestamente a su gobierno de lo que sucedía. Es muy común que los superiores se molesten con noticias que no quieren escuchar.

sábado, 8 de marzo de 2008

Años de escuela. Octavo de primaria

Octavo de primaria
En el verano de 1947, en Guadalajara, nace Teresa, mi hermosa hermanita. Alta y parecida a mi madre nos hemos vuelto amigos en los últimos años.
Fracasado el intento de inscribirme en una secundaria, mi padre decide llevarme y visitar escuelas personalmente. Primero vamos a St. Catherine’s, una junior high católica militarizada. Acababan de tener de alumnos a varios culichis y no quieren a otro más. Visitamos, St. John’s que era otra escuela católica militarizada adonde había estado otro primo y consecuentemente me rechazan. Visitamos al obispo auxiliar de Los Ángeles, señor McGuken que había sido invitado al Congreso Eucarístico que se había celebrado en Culiacán en 1943 para festejar el fin del acoso a la iglesia. Mi padre le había atendido durante su visita. Recomienda St John Bosco que dependía de la diócesis y que era casi reformatorio. Le di lastima al padre director y G. a D. seguimos buscando. Ingreso, por fin, a octavo grado de la primaria americana en una escuela recién fundada por monjas irlandesas. No sé bien si era orfanato o reformatorio pero por suerte los grados de sexto, séptimo y octavo estábamos en un mismo salón y para quien desconocía el idioma era una situación ideal recibir clases sobre temas conocidos, en tanto que yo había cursado primero de secundaria en Guadalajara.
En menos que se los cuento me tramo a puñetazos con un gringo rubio de mi tamaño, parecido a Richard Windmark. Nos separan. Poco después, me enfrento a uno más grande que yo y no me va tan mal. A los pocos días me encuentro en el gimnasio rodeado de compañeros y sin monjas a la vista. Un jovenzuelo alto y muy fuerte, apellidado Tuna, aparentemente el jefe del grupo me dice: – No queremos dificultades en la escuela. Aquí tenemos jerarquía y todo el mundo se disciplina. ¿Te animas a pelear conmigo? – No, le contesto. – (Tengo mal carácter pero no como lumbre) – Bien, le entras a Windmark.– Sí, le digo.– Y empezamos a pelear. Me revienta la nariz, me pone un ojo morado y nos separan. –Ya está. – dice Tuna – Yo soy el que manda, Windmark es el segundo y tú el tercero, los demás obedecen. Qué tanto de esto que pasaba era del conocimiento de las monjas, no estoy seguro pero pienso que todo estaba dirigido por ellas. Deben haber administrado un penal en Irlanda antes de venir a los EE.UU.
Banshee, espíritu de mujer en gaélico, es el equivalente de nuestra Llorona. La gente pequeña, o sean los “leperchauns” o duendes irlandeses son iguales de tamaño y de traviesos, y a veces de crueles, que nuestros “fascicos”, tristemente a punto de desaparecer del folklore sinaloense. Recuerdan el estribillo que decía: “Ese fascico que está en la quesera, que meta la pata que tiene de fuera” También tienen tamaño y carácter similar los “aluxes” yucatecos, que son o bien juguetones o bien auxiliares de Xtabay, la mujer de blanco asociada a la luna, que encanta y devora a los hombres en los montes de nuestra hermana república de Yucatán. Así también son los nibelungos, enanos que atesoran y guardan oro del río Rin en la mitología germana.
Todo el encanto de los irlandeses, pueblo pobre y enamorado, de gente soñadora, pendenciera, indolente y desobligada me llega sumándose a las tradiciones españolas, mestizas e indias heredadas de la infancia. (Mencionar que Irlanda es, en los últimos años, el país de más rápido crecimiento de Europa le quita romanticismo a este comentario pero por otra parte da esperanzas de algún día México despertará) Aparecidos, encantamientos, talismanes, entierros, tesoros nunca hallados escondidos por afamados bandidos, el Nahual, las apariciones del demonio y las noches en las que las lechuzas y tecolotes se precipitan sobre los techos de las casas asustando con sus golpes a todo el mundo. En breves siete meses cantando canciones de añoranza de la tierra que se dejó, de la novia que se quedó en Irlanda, del novio que prometió volver, de la banda del pueblo, de la cantina y la cerveza regional y del verde valle que apenas se distingue entre la tenue bruma de la mañana: como ven son las mismas letras de nuestras canciones (Al golpe del alba la niebla es ligera); aprendo inglés y tomo el examen de admisión a Loyola High School.
Las monjas reúnen a todos los alumnos para anunciar orgullosas que un par de sus internos, un tal Murphy y yo, aplicaremos, como se dice ahora, a Loyola. Nos conminan a representar dignamente a la escuela. Imaginen, recién llegadas y pronto tendrán ex alumnos en la preparatoria de los jesuitas. ¡Qué orgullo!
Días después las monjas no nos hablan. Cuando las pasamos en los pasillos nos voltean la cara. El par de burros habíamos reprobado el examen de admisión. ¡Qué decepción, qué vergüenza!
Avisan a don Arturo que yo había obtenido el lugar 250 de 500 solicitantes y que Loyola admitía solamente a los primeros 200 examinados. A mi padre no se le hace tan malo el lugar obtenido puesto que yo tenía apenas siete meses en EE.UU. Vuelve con el obispo McGuken que había recomendado la primaria un año antes y frente a él me pregunta:
– ¿Verdad mijo que no es tonto?
– No apá.– le contesto.
– Ya ve, su señoría, le hace la lucha. ¿Verdad mijo que quiere estudiar?
– Sí apá.
– Ya ve su señoría, el muchacho tiene voluntad.
El obispo ríe con el auto alegórico, enseguida habla conmigo en inglés, le constaba que un año antes yo no sabía el idioma, luego habla con la monja directora de la primaria y después de muchos ruegos, mi padre le convence que me recomiende a Loyola. Así fue como ingresé a la académicamente más prestigiada secundaria del área metropolitana de Los Ángeles.
A McGuken no le era fácil recomendarme. El obispo, administrador y pastor de su diócesis, autoriza el establecimiento a las órdenes religiosas que soliciten residencia en su territorio. Además da permiso, en su circunscripción, a los sacerdotes para oficiar los sacramentos y atender feligreses. Sin embargo, una vez establecidas, las órdenes que no pertenezcan al clero regular, dejan para muchos efectos de depender de la autoridad episcopal ya que ellas tienen sus propias autoridades. McGuken tendría que solicitar un favor de los jesuitas al recomendar mi admisión a Loyola. ¿Cómo le cobrarían? Éste era quizás su problema. McGuken era además solamente obispo auxiliar. Así de persuasivo solía ser don Arturo.
Paso el verano de 1948 en Guadalajara, como siempre, pero me empieza a inquietar el estudiar fuera y el no pasar el verano en Culiacán. Además ya soy un adolescente de 14 completos años.

martes, 19 de febrero de 2008

Años de escuela. Primero de secundaria

Primero de secundaria
Cumplí doce años en el verano de 1946. La familia está en Guadalajara para las vacaciones y soy inscrito en el prestigiado Instituto de Ciencias, secundaria y preparatoria de jesuitas. También ingreso en el Internado Kotska, una casa de asistencia independiente del Instituto pero recomendada por éste. Al menos veinte estudiantes viviremos en una vieja y hermosa casona de muchas recámaras, en Vallarta y Marsella.
El cambio, de la primaria en el Cervantes en Culiacán a la secundaria en el Instituto en Guadalajara, no fue tan grande en cuanto a las obligaciones escolares pero fue enorme por varias razones. Dejas la casa y las comidas a que estás acostumbrado; dejas el calor de tu amorosa madre; te alejas de tus amigos de siempre; dejas de ser el hermano mayor y empiezas a vivir con jóvenes de más edad y es necesario adaptarte al hecho de que pueden hacerte la vida difícil o de golpearte, dado el caso.
Al poco tiempo de estar interno, me toca ver la lluvia de estrellas de octubre de 1946, el espectáculo celeste más impresionante desde la penúltima aparición del Cometa Halley en 1910.
La más conocida lluvia de estrellas, o tormenta de meteoros, es el cruce, que sucede cada 33 años, de la orbita de la Tierra con la orbita de los restos del cometa Temple, que estalló y quedó en orbita alrededor del Sol. Se llaman los meteoros Leonidas. La última de estas lluvias fue en noviembre de 1999. La vimos en Altata y fue divertida pero no espectácular. La lluvia de 1946 fue un accidente celestial. Aunque cada siete años puede suceder, en octubre de 1946, la Tierra cruzó la estela de un conjunto de escombro espacial que por parecer que sale de la cabeza de la constelación Draco, el Dragón, se les llama Draconidas. No había nublados, el smog todavía no existía, esa noche no había luna y en el Guadalajara de entonces, las Colonias estaban lejos del centro y les llegaba poco reflejo de la escasa iluminación de la ciudad; nada estorbaba la observación del firmamento. Subimos colchonetas al techo de la casona y acostados sobre ellas pasamos más de una hora, quizás dos, viendo una constante lluvia de estrellas fugaces. Asombroso. Mi amigo y doblemente compadre, Dr. José Manuel Peraza Castellanos, vio la lluvia de estrellas en Culiacán.
El cometa Kohoutek, en 1974, se veía como una Venus más grande; la Estrella de Belén, conjunción de varios planetas, que se observa cíclicamente es singular pero no impactante; el cometa Halley, en 1986, se vio pobremente en Culiacán y no vuelve hasta dentro de 76 años; y aunque me tocó observar al cometa Hale-Bopp, en marzo de 1997, del tamaño de la luna llena cuando está en cenit y aunque su cola era apreciable y hermosa, ésta aparece fija sobre el firmamento en vez de cruzarlo como las estrellas fugaces. Nada comparable con la lluvia de 1946.
De este año, transitorio en tanto partiría a los EE. UU., cuando algún colegio me aceptara, recuerdo mi creciente afición por el futbol y los antojitos de Guadalajara.
Jugué en la más baja división, tercera, del Instituto con un equipo llamado Necaxa. Da risa verme en la foto acostumbrada con el equipo. Hincado y con la media caída, al estilo del barrio. Lástima que el barrio en mención esté en Buenos Aires. El Atlas era el equipo de la época. Alguien decidió que los mexicanos no teníamos estatura, peso, ni fuelle para jugar fútbol de velocidad y de tiros largos. El Atlas trajo un entrenador argentino y durante algunos años era sensacional el nuevo estilo de pases triangulados, dominio del balón, gambeta. Era la época en la que orgullosamente decíamos: “Jugamos como nunca: perdimos como siempre”. Qué bueno que esto cambió y que nuestra selección ahora se rifa con cualquiera, ganando y perdiendo desde luego, pero verdaderamente compitiendo.
No puedo obviar los antojitos de Guadalajara. Las nieves de agua de fresa y de guanábana del estanquillo en Lafayette, las tostadas de pata y las tortas ahogadas del Santuario, el chinchayote, el pulque curado, así es, llegabas a la gran jarra de barro afuera del mercado Corona y el pulquero te vendía un vaso aunque tuvieras doce años. También recuerdo la crema espesa, los birotes salados, los elotes tiernitos, el aguamiel de caña y las tunas de todos colores a no decir de los dulces rojos de tamarindo de Chapala y las bolitas de leche quemada.
Una diversión casi diaria era patinar en los camellones de Lafayette, ahora Avenida Chapultepec. Apretando las uñas de mis Torrington en el bordo volado de la suela de mis zapatos Destroyer, giraba haciendo piruetas para que me vieran las niñas de mi edad que de sonreírme o saludarme me pondrían el rostro rojo como tomate maduro.
Los mexicanos rebozaban optimismo. Fluía el crédito internacional para construir presas, caminos, escuelas y electrificar al país. Miguel Alemán, risueño, galán, costeño, era un promotor incansable de la economía moderna. Su enriquecimiento, y el de sus rapaces acólitos, lo perdonábamos porque México ingresaba al mundo contemporáneo dejando atrás la economía de subsistencia, el apego a la Tierra, la escala de valores campirana. La riqueza ya no provendría del ahorro sino de la promoción. La ilusión de los políticos dejó de ser el caballo fino, el valioso semental o las buenas tierras; deseaban el piso en Acapulco y el edificio en Reforma. En los tiempos modernos se pondría peor.
El anuario del Instituto, 1946–1947, llamado “Recuerdos” consigna que en primero B corrían parejas en aplicación, en español, Arturo Murillo y Juan Vergara, que no ha de faltar quien sea.

sábado, 16 de febrero de 2008

Años de escuela. Sexto de primaria

Sexto de primaria
Los llamados “Juicios de Nuremberg” se celebraron de noviembre de 1945 a octubre de 1946. Los Aliados sometieron a juicio a los líderes políticos, económicos y militares alemanes capturados. Hubo sentencias de diez a 20 años de prisión y también sentencias de muerte. El Holocausto Asiático, llamando así a los crímenes de guerra de los japoneses, opaca al Holocausto de los judíos en Europa, pero los llamados “Juicios de Tokio” raramente son mencionados. Los japoneses fueron acusados y sentenciados por masacres de civiles, como la de Nanking; experimentar armas bacteriológicas en naciones ocupadas; uso de armas químicas; someter a no combatientes a trabajos forzados; prostituir mujeres para ponerlas al servicio de sus tropas; saqueos, torturar a prisioneros y otros horrores que difícilmente podemos concebir.
Independientemente de que los Aliados también cometieron atropellos imperdonables y de que el lanzamiento de las bombas atómicas sigue siendo moralmente reprobable; es tal el horror de los crímenes de las fuerzas del Eje que, aunque hayan sido beligerantes quienes los cometieron, tenemos que culparnos todos porque solamente siendo crímenes del género humano podemos perdonar o bien olvidar a quienes los perpetraron.
Es particularmente difícil juzgar la actuación del gobernador militar de Japón durante la posguerra, el General Douglas MacArthur. Protegió a Hirohito y a su familia y no permitió que fuese enjuiciado. Esto contribuyó a restablecer la dignidad de los japoneses auxiliándolos a recuperarse del trauma de la guerra pero por otra parte muchos miembros de la familia real eran claramente coparticipes de los crímenes de guerra y quedaron impunes. Igual hizo con los militares que no habían luchado en frentes de guerra en donde él comandaba a los Aliados. A estos militares los nombró administradores civiles durante la ocupación americana de Japón. A los que personalmente pelearon en su contra, los enjuició y castigo hasta con pena de muerte.
La constitución del nuevo Japón y el establecimiento del régimen del Japón actual fue obra principalmente de MacArthur. Dio el voto a la mujer, eliminó las castas y vigiló que el gobierno funcionara antes de terminar la ocupación.
El maestro de sexto año era el profesor Zazueta Russell que sustituyó al maestro Guerra a medio año. Zazueta Russell era un hombre agradable que enseñaba con gran empatía con sus discípulos. Terminaba mi primaria habiendo tenido un buen maestro tras otro lo que había sido un privilegio.
La fiesta escolar de fin de cursos del Colegio Cervantes fue en el Casino de Culiacán. Adonde ahora está el Casino de la Cultura. Terminaba primaria y quería obtener la única presea escolar a la que los estudiantes dábamos importancia, esta era el “diploma de aprovechamiento”. El Colegio repartía medallas y bandas: de asistencia, por no faltar; de asiduidad, por no llegar tarde; de higiene, por asistir bañados; de honor, por ser respetuoso, en fin creo que hasta por pagar a tiempo la colegiatura y por lo que se les ocurra. Al finalizar el evento bajábamos las escaleras y un condiscípulo, que habría ocupado el cuarto lugar de la clase, me reclama: “Sacaste el diploma”. – ¿De qué te quejas? – Le dije – obtuviste varias medallas y bandas. Eres el estudiante más condecorado de la generación: ¿Qué más quieres? – Se puso serio y me contestó: “Te cambiaría todas las corcholatas y listones por ese diploma que ganaste”.
Así fue. Alguien, de cuyo nombre no quiero acordarme, obtuvo el primer lugar; otro, que tampoco quiero recordar, ganó el segundo lugar y yo fui el tercero, último con derecho al apreciado diploma.
El país había prosperado durante la guerra. Es año de elecciones nacionales y se elegirá nuevo presidente de la República. Son candidatos Ezequiel Padilla Peñalosa y Miguel Alemán Valdez.
Padilla había sido senador, procurador de justicia y secretario de relaciones exteriores. En mancuerna con Alemán habían resuelto las reclamaciones consecuencia de la expropiación petrolera, habían negociado pactos económicos favorables y obtenido créditos blandos para industrializar el país. Sin embargo, a Padilla se le asociaba con los EE.UU. pero no a Alemán aunque hubiese sido protagonista en todos los arreglos. Esta asociación distanció a Padilla de la izquierda por lo que el PRI eligió a Alemán como su candidato. Padilla se lanzó independiente y tuvo buena aceptación pero no la suficiente para derrotar la maquinaria electoral oficial. Ganó Alemán que había sido gobernador de Veracruz y secretario de gobernación. Aunque haya consultado los datos de Padilla, los platico porque asistí al mitin que reunió mucho público para escucharlo hablar desde la pérgola que había en Malecón y Obregón. El país, además, se civilizaba: Padilla no es asesinado ni obligado a expatriarse.
Durante 1945 murieron los únicos abuelos que conocí. En marzo murió mi abuela materna: Silvina McKay Ávila y en diciembre mi abuelo paterno: Heriberto Murillo Edesa. De joven no piensas en la muerte. Te visita, se va, no la entiendes y sigues hasta que con los años te empieza a picar las costillas para que adviertas que te está esperando.
Durante el verano cumpliría doce años y ya se ponderaba en familia qué diantres hacer conmigo. Empieza en casa la discusión de adonde sería bueno mandarme para continuar mis estudios. No recuerdo bien si para que aprovechara mejor la secundaria o simplemente para quitarme de encima, ya que por mi mal carácter no congeniaba con nadie y ocupaba tanta atención como el resto de mis seis hermanos.
Mi padre decide enviarme a EE.UU. y procede a hacer la solicitud correspondiente a varias escuelas. Todas niegan mi ingreso porque se pretende que vaya a secundaria y especificamos que acabo de terminar sexto año siendo que en los EE.UU. la primaria consta de ocho años. Total que soy enviado a Guadalajara, al Instituto de Ciencias, muy prestigiada secundaria y preparatoria de jesuitas.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Años de escuela. Quinto de primaria.

Varios lectores de Noroeste me piden explique por qué a tan tierna edad estábamos enterados de la II Guerra Mundial. Creo que el siguiente párrafo ayudará a entenderlo.
Cuando empezó la II Guerra Mundial, septiembre de 1939, tenía solamente cinco años y siete cuando Japón bombardea Pearl Harbor, diciembre de 1941. No sabía nada de la Guerra. A los ocho años me integro a la palomilla de Rosales y Morelos. Los niños de más edad de este grupo tenían de dos a cinco años más que yo y ya estaban conscientes de las batallas en Europa y el Pacífico. Además, en Rosales, en la misma acera donde vivían mis abuelos y casi frente a los Blancarte vivían los Timmerman, dueños de Tenería Atlas, vecinos en El Barrió de la Tenería Murillo que administraba mi padre. Timmerman tenía dos hijos y una hija en las fuerzas armadas alemanas. En esa cuadra también viviá el Sr. Max Hach cuya familia, años después, ha estado tan cerca de los Murillo que la consideramos parte de la nuestra. También no lejos vivían los Schiller y Haberman, familias con hijos de mi edad y amigos desde entonces. Herr Radke y el Ing. Gerzabeck eran maestros de la Universidad de Sinaloa. Por la Colón vivía el Sr. Pauwells padre de Gilda, Leo e Inga, queridos amigos de siempre. A Leo y a Gustavo les decíamos nazis y en vez de enojarse les daba gusto. Mi pediatra fue el Dr. Okamura padre, mi dentista el Dr. Koyama, el refresquero de Culiacán era Ninomiya, las mejores nieves eran de Monobe y los trabajos de hojalata que se ofrecían en la Tenería los fabricaba don Arturo Shimizu. Hombres y mujeres de bien, útiles, gente de trabajo, de respeto y muy apreciados en Culiacán. Además, los únicos gringos que conocíamos tenían apellido alemán: Heisser y Grenfeld. En aquellos años, todavía, henchidos de patriotismo, recitábamos con López Velarde: “Patria: Tu mutilado territorio se viste de percal y de abalorio”
En el año escolar, que empezó en 1944 y terminó en junio de 1945, curso quinto de primaria. La regla de tres se vuelve compuesta, esto es con términos combinados de proporción directa e inversa. En quinto año, además, aprendes a operar con los temibles quebrados. Nuestro maestro es el profesor Márquez. Alto, delgado, violento, maltrataba a los alumnos de palabra y era impaciente y desesperado. “Pedazo de atascado, no pones atención: ¿Cómo vas a aprender así?” solía gritar a los pupilos remisos. El borrador o el gis eran frecuentemente misiles lanzados por Márquez a los inatentos. Con todo y eso, Márquez enseñaba bien. Definitivamente no habría durado un minuto en la cátedra en estos tiempos pero no puedo opinar mal de quien me enseñó los primeros razonamientos matemáticos complicados.
En las escuelas católicas y en las laicas disfrazadas, como el Cervantes, se cantaban canciones patrióticas de guerra. Cantar del regimiento, Juana de Arco y otras. En las escuelas públicas, se había hecho cantar a los alumnos el himno obrero y del comunismo llamado: “La Internacional”. Considerando que los soldados que peleaban en ambos lados eran trabajadores y que no había burgueses en los frentes de guerra: el comunismo estaba en contra de la guerra. Para alentar el patriotismo ruso, Stalin abandona estos principios y propicia el sentimiento nacionalista ruso para defenderse de los alemanes. Declara la “Gran Guerra Patria” para preservar: “La santa Rusia”. Consecuentemente en las escuelas públicas empezaron a cantar: “La pajarera”
Habiendo desalojado a los japoneses de las islas del Pacífico falta sacarlos de las islas que definen su mar interior. En enero salen de Filipinas, después de islas propiamente japonesas como Iwo Jima y Okinawa. Los días 7 y 8 de mayo de 1945 Alemania firma su rendición incondicional. Sus ciudades devastadas, su pueblo hambriento, veinte millones de vidas alemanas sacrificadas. ¿Para qué?
Viajaríamos por tren de Culiacán a Guadalajara. Recuerdo el nerviosismo que siempre se presenta cuando una familia grande aborda un transporte. Escucho a mi madre advertir que siente que viene el niño que espera. Todavía no es la fecha por lo que don Arturo, que se quedará en Culiacán, mi madre y mi tía Carmelita, que nos acompaña, deciden que probablemente la tensión de la salida esté causando el presentimiento de mi madre. El tren salió de Culiacán, al oscurecer. A los pocos kilómetros, cerca de La Cruz de Elota, el 26 de julio de 1945, en el carro dormitorio llamado Aristóteles, nace mi hermano Fernando Heriberto. Desde entonces “Feri” por su nombre y por ferrocarrilero. Una partera asiste al alumbramiento que resulta feliz y sin contratiempos. Mi madre y el niño bajan en Mazatlán hasta que mamá termine de sanar. El resto de la familia sigue el viaje al cuidado de Tía Carmelita.
Las vacaciones de verano en Guadalajara nos daban la oportunidad de ver fútbol profesional al que nos llevaban, a primo Enrique y a mí, los primos de mayor edad que allá residían: Raúl y su cuñado Fernando. Todavía jugaban grandes estrellas que habían llegado a México como refugiados de la Guerra Civil Española. Me tocó ver jugar a Pepe Valtonrrá con el Atlante, a Luís Regueiro con el Asturias y a muchos otros. Algunos estaban en las postrimerías de sus carreras pero todavía mostraban su categoría. Mención aparte merece el haber visto a Isidro Lángara. En la liga española, con el Oviedo, Lángara fue tres veces campeón goleador. Ya en América, en Argentina, jugo 4 años con el San Lorenzo de Almagro, fue el máximo goleador de dicha Liga en 1942. Después juega en México, contratado por el España, y gana dos títulos de máximo anotador.
EE.UU. decide forzar la rendición incondicional de Japón. Deja caer bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Es principios de agosto de 1945, en Guadalajara, cuando antes de mediodía repican las campanas de todas las iglesias. Anuncian la rendición de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial. Acabo de cumplir once años.

martes, 12 de febrero de 2008

Años de escuela. Cuarto de primaria

De septiembre de 1943 a junio de 1944 estuve en cuarto año de primaria. Desconozco por qué cuarto año se considera un lapso tranquilo mientras que tercero y quinto son difíciles. En fin, así es. La regla de tres se vuelve proporcionalmente inversa y algo más difícil, la gramática algo tediosa, interesante la geografía y la historia nacional es un deleite.
La Guerra seguía, las derrotas de las fuerzas del Eje continúan y el resultado de la lucha ya está definido sin embargo siguen las cruentas batallas. En todo el frente ruso los alemanes están en retirada. Los B17, llamados fortalezas, a diario surcan los cielos destrozando las ciudades alemanas. Desde julio del 43 los aliados desembarcan y toman Sicilia. Italia se rinde incondicionalmente y en enero de 1944 los aliados desembarcan en la costa cercana a Roma y en varios puntos del extremo sur de la bota italiana. Los japoneses siguen replegándose en el Pacífico. La guerra, si alguna vez lo tuvo, pierde sentido. El Eje está derrotado pero tienen esperanzas en armas milagrosas que tienen en desarrollo. El tiempo que transcurre es una carrera tecnológica para ver quién inventa nuevas armas de destrucción masiva. Los alemanes bombardean Londres con cohetes V1 y V2 y se adelantan en hacer funcionar aviones de turbina, los jets. Se empieza a especular quién inventará la bomba atómica. En junio de 1944 los aliados desembarcan en Normandía para avanzar sobre Berlín mientras los rusos aplastan toda resistencia alemana a sus avances masivos sobre el mismo objetivo.
Los “simulacros” fueron otra más de nuestras ridiculeces. Sobre el techo del entonces edifico del Ayuntamiento, ahora el Museo de Arte de Sinaloa, Masin, sonaba una sirena después de oscurecer. De qué tamaño sería Culiacán que todos escuchaban la sirena y procedían a apagar la iluminación de las casas para que los aviones que bombardearían la ciudad no la vieran y se fueran de paso. Desde luego se sabía que el objetivo del programa era una entelequia en tanto el alcance de los aviones de la época hacía imposible el supuesto bombardeo, entonces: ¿Para qué el programa? ¿Para qué los apagones con inspectores recorriendo las calles para asegurar su cumplimiento?
Por primera vez en mi vida estoy cerca de un evento en extremo vergonzante. Un maestro del colegio es expulsado acusado de manosear a sus alumnos. Todos sabemos de qué se trata pero el tema se evade en las conversaciones familiares. Yo era cajero de la banda de guerra, la compañía de niños de mayor edad y de preadolescentes nos iba enseñando, con la desinformación que deben suponer, lo que no debíamos saber. Así era, con los padres el tema era tabú. Entre los niños el asunto del maestro expulsado estaba lleno de misterio y de morbo. La mayoría teníamos de 9 a 10 años de edad.
En este tiempo, o en el año anterior, me cambié de barrio. Acosado por los Güemez y los Gamez que invadían la esquina del Santuario, a media cuadra de mi casa, buscando pleito y a los que yo tenía que hacer frente con muy malos resultados, me empiezo a reunir con la palomilla de Rosales y Morelos. Amado Blancarte, Humberto Lizárraga, Oscar Armienta y Antonio Amézquita son los más grandes, de mi edad mi primo Enrique y Àlvaro, hermano de Amado, y más jóvenes Eduardo Valenzuela y Jaime Díaz. Somos partidarios del Eje, desde luego, pero ya cuesta trabajo reírnos de las películas de propaganda gringas.
La otra conversación recurrente era la violencia en nuestro estado. El 21 de febrero de 1944, en el Carnaval de Mazatlán, es asesinado el gobernador del Estado Coronel Rodolfo T. Loaiza. Se arresta, acusa y sentencia a Rodolfo Valdez, alias El Gitano, como autor del crimen pero luego surgen versiones desmintiendo la versión oficial. Que Valdez estaba afuera platicando cuando se oyeron los balazos, que fue otro el que disparó, que no fue por líos de tierras del Sur del estado sino por diferencias políticas del gobernador cardenista con el gobierno de Ávila Camacho, etc. etc.
En cualquier oportunidad aparecen los guantes de box y dejamos de tirar golpes en remolino para adelantar con la izquierda y cruzar con la derecha, bailar sobre la punta de los pies buscando la apertura del contrario pero apoyarte en ellos para golpear. Las peleas ya no son cuestión de furia sino de agilidad, de técnica y de astucia.
La comida que se acostumbraba era sencilla. De cena no era raro que te sirvieran una ración de cuchara de cocina de frijoles, sobre ellos un pedazo de asadera y una ración similar de quelites. A la noche siguiente la cena sería los mismos frijoles y asadera con la cucharada de colache o verdolagas al siguiente día o mochomos los días de fiesta y ya. Té de canela o de manzanilla para acompañarlos. Les garantizo, además, que en casa comíamos comparativamente muy bien. Si les da coraje o me desmienten es que tienen muchos tamarindos en la cabeza o mala memoria.
Jugábamos con trompos, baleros y canicas. Las más comunes de estas eran las llamadas cementos hechas con arcilla horneada. Lo más rústico y corriente que podrías imaginar. Un juego frecuente era aplanar una ficha y perforarle dos hoyos cerca del centro, con sendos hilos pasados de lados a lado y tomados de los extremos se aflojaban y se enredaba la rondana torciendo los hilos, estirándolos después se hacía girar la rondana. Imaginen qué tanto habría que hacer en el Culiacán pobre de antes de la presa de Sanalona que pasábamos largos ratos viendo girar la ficha aplanada. Otro juego era hacer un gancho en el extremo de un alambre y empujar un aro de rueda de bicicleta corriendo tras ella.
Al caminar por las aceras, en domingo por la tarde, de todas las casas salía de las radios la música tétrica de un órgano y enseguida una cavernosa voz anunciando el programa: “Nadie sabe, nadie supo del verdadero caso de la azucena envenenada” Subía la música y después de desquiciada carcajada, el remate: “El Monje Loco sabe”.

lunes, 11 de febrero de 2008

Años de escuela. Tercero de primaria

No obstante que el país estaba oficialmente en guerra contra el Eje, muchos mexicanos continuaban siendo partidarios del Eje: Alemania, Japón e Italia. En la acera de enfrente de mi casa se editaba el periódico “La Opinión” que dirigía don Amado Zazueta Villa. Rehúsa creer la propaganda de los Aliados y mientras que la prensa y la radio nacionales repiten las consignas de los EE.UU. “La Opinión” ofrece noticias de Radio Berlín. El gobierno le recrimina su actitud pero el periodista exige le respeten su libertad de criterio y de prensa. El gobierno le niega tinta y papel pero don Amado se las ingenia para conseguir provisiones clandestinas para seguir apareciendo como diario independiente. El gobierno le acosa, le amenaza, le boicotea hasta que por fin le cierran el periódico. Mis queridos vecinos, María Teresa, Amado y José Ernesto, así como toda su familia viven este terrible proceso.
El gobierno decide internar en campos de concentración a los extranjeros de origen alemán, italiano y japonés. Ya imaginarán las raterías y extorsiones a que se prestó esta decisión. Hay historias sin fin al respecto.
La Guerra empezó a ir mal para las fuerzas del Eje. En octubre de 1942, Rommel es derrotado en El Alamein, esta batalla marca el fin del África Korps y la salida de los alemanes de África. Para fines de diciembre, en el frente ruso; al norte, el sitiado Leningrado no puede ser tomado; al centro, se empantana la ofensiva sobre Moscú; y al sur, los alemanes sufren la terrible derrota de Stalingrado. Están muy lejos de ser vencidos porque todavía ocupan Francia, Bélgica, Holanda, Noruega, Austria, Hungría, Checoeslovaquia, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia y Grecia pero los Aliados firman el pacto de Casablanca comprometiéndose a no aceptar sino la rendición incondicional de Hitler. No habría negociación alguna con el Eje hasta su derrota total.
La escuela se vuelve difícil. Ya no sólo multiplicaremos y dividiremos, como en segundo, sino que tenemos que razonar aplicando la regla de tres simple.
En el Pacífico, los aviones Cero japoneses seguían siendo mejores que los cazas americanos hasta que la industria de EE.UU. logra modificar exitosamente el “Hellcat” que para 1943 ya es mejor que la Albóndiga como llamaban los pilotos americanos al Cero japonés, por el emblema del sol rojo pintado en sus costados. Seguirían el Corsair y después la maravilla de los aviones de hélice, el Mustang, que ya ni mandaron al Pacífico, por considerar esa guerra ganada, sino lo usaron de escolta de los aviones que bombardeaban Alemania. Sin portaviones modernos, hundidos en Midway en junio de 1942, con las industria enemiga produciendo millares de aviones y toneladas de armamento, Japón estaba perdido. Ocupaban, sin embargo, las islas del Pacífico desde Japón hasta medio Océano y contaban con portaviones aunque viejos o adaptados de cascos de acorados y con cruceros, destructores y transportes de tropa. Sin embargo empiezan a ser desalojados de las islas alejadas de Japón. Se ven forzados a desocupar las Marshall, las Marianas, las Gilbert y las Carolinas.
La maquinaria de guerra japonesa y la determinación de sus tropas hacían de Japón una verdadera potencia bélica. Que eventualmente perderían era seguro pero faltaba derrotarlos. Japón seguía ganado batallas importantes. En agosto hunden 4 cruceros y un destructor de EE.UU., en septiembre un portaviones, en octubre otro portaviones y en noviembre otro más. Siguen aislados éxitos de la marina japonesa pero los americanos reponían en un instante el equipo y los hombres pedidos mientras que Japón sufría para construir nuevas armas y cuando perdía pilotos experimentados tenía que entrenar los cadetes que los sustituirían con aviones simulados sin siquiera combustible para adiestrarlos debidamente. Para diciembre tienen que dejar Guadalcanal y de allí en adelante empiezan a contraer su imperio.
La novedad sensacional en el vecindario de Ángel Flores, entre Morelos y Donato Guerra, era que convivíamos con la familia de Pedro Infante. Desde 1939, Pedro había filmado algunos cortos y aparecido como actor de reparto en películas como: “La razón de la culpa” y “La feria de las flores” y como protagonista principal en “Jesusita en Chihuahua” y en “Mexicanos al grito de guerra”. De estas dos últimas películas recuerdo los cartelones, adosados a los postes del alumbrado público, que las anunciaban. Doña Rosario Infante, esposa de don Guillermo López Castro orgullosamente decía: Pedro, mi hermano, nos va visitar y voy a invitar a las amigas del barrio para que lo conozcan: Pedro, mi hermano, esto o Pedro, mi hermano, aquello.
No obstante que ya habían pasado las películas anteriormente citadas, la primera que yo vi fue: “El ametralladora”. Fausto López Infante convido a los amigos para ir a verla diciéndonos: – Mi tío Pedro me dijo que hizo una película de aventuras que nos va a gustar.
Años después, cuando Pedro ya volaba su propio avión, efectivamente vino en varias veces a Culiacán y doña Chayo se retrató con él acompañada de sus amigas. También, en una ocasión, dio una vuelta en su avión a varios amigos de Fausto.
Una virtud de Pedro Infante raramente se menciona, no obstante las toneladas de tinta vertidas sobre su vida. Aunque siempre se menciona su simpatía, encanto y generosidad y algunas veces el hecho de que nunca perdió a sus amistades de juventud; a mí me impresiona haber escuchado a su sobrino Guillermo López Infante, Gulliver, decir que su tío Pedro tomaba lecciones de dicción y de otras disciplinas. Dice mucho de su persona esta disposición, del cantante y actor más popular de México, de seguir aprendiendo música, actuación y pronunciación.
Durante este verano nació mi preciosa hermana Silvina. Pequeña, sonriente y alegre, sigue siendo juvenil y encantadoramente optimista.

sábado, 9 de febrero de 2008

Años de escuela. Segundo de primaria.

Terminado el primer año de primaria en el Colegio Sinaloa, las monjas prepararon a varios niños para hacer su primera comunión. La ceremonia de grupo fue en el Santuario del Sagrado Corazón, en junio de 1941, a media cuadra de mi casa. La fiesta, que compartí con mi primo Carlos Hernández Monge, fue en el recién techado vestíbulo–sala de nuestra casa de Ángel Flores. Recuerdo el chocolate caliente no obstante ser verano y los buñuelos azucarados, pequeños y en forma de rueda de carreta y las pinturitas aportadas por mi nina Silvina, madre de Carlos.
La familia pasó el verano de 1941 en Guadalajara. Don Arturo y doña Mercedes, ya tenían cinco hijos: Arturo, Mercedes, Miguel Ángel, Elena y nacido en febrero de ese año, Jesús Ricardo. Luego vendrían otros cinco.
Después de las vacaciones empiezo segundo de primaria en el recién fundado Colegio Cervantes. Don Manuel Clouthier Andrade, don Arturo y un grupo de conocidos señores respaldan el proyecto para que la ciudad contara con una escuela laica privada. Les recomiendan a don Miguel Salvador Pérez, maestro de Guadalajara que se anima a venir a establecerse en ésta.
El maestro de segundo es el profesor Mendoza. Primer maestro hombre que me toca ya que antes había estado sólo con “señoritas”. Mendoza era un hombre serio, de respeto y muy buen docente.
Son condiscípulos Manuel Clouthier, mi primo Enrique Murillo, mi vecino Jorge Cervantes, nuestro pintor Álvaro Blancarte, Jacobo Farjí, el Sr. Meza, muchos años en correos de México, Ángel Zuñiga, Rogelio Tamayo y muchos otros que aparecen en la fotografía que ya publicó este diario.
Manuel Ávila Camacho es presidente de México. Su política de reconciliación nacional va surtiendo efecto y cesan las persecuciones religiosas en los estados, los templos abren al culto y se vuelve a confirmar en Catedral. Termina también el acoso a las escuelitas de maestras por vocación que habían enseñado a generaciones de culichis. Nuestro gobernador, Coronel Rodolfo Loaiza, aguerrido cardenista, sin cambiar de ideología sí cambia de actitud y desplegando la simpatía que le era fácil da a los sinaloenses prosperidad y confianza.
La plática de los niños de la época es la guerra. La Segunda Guerra Mundial en Europa, en el norte de África y en Oriente y la guerra en nuestras calles con los protagonistas de la época: los del Monte y los treinta del Sur; Leyzaola, torturado y ultimado en la sierra; Raúl Rivera, líder de cañeros asesinado en sus oficinas; la muerte del mayor Zaragoza en el Casino de Culiacán y la del Torito Andrade, en Rosales y Obregón y así, etc., etc. La misma violencia por razones parecidas que todavía no termina.
La II Guerra Mundial está resultando un éxito tras otro para las fuerzas del Eje. Alemania, Japón e Italia. Los alemanes sitian Leningrado; avanzan sobre Moscú; arrollan al ejercito inglés, que es copado en Dunquerque, hasta que logra regresar a su isla; derrotan a Francia rodeando su famosa Línea Maginot; y Rommel tiene sitiado y toma Tobruk, en el norte de Africa, amenazando así al canal de Suez. Los japoneses son dueños de Manchuria, la costa de China la tiene invadida desde diez años antes, ocupan Birmania, conquistan Filipinas y toman la supuestamente inexpugnable fortaleza de Singapur. El 7 de diciembre de 1941 bombardean Pearl Harbor y provocan la entrada de EE.UU. a la guerra. Al Eje no le importa porque se sienten invencibles. El ejército alemán y su guerra relámpago, blitzkrieg, de ataques combinados de tanques e infantería apoyados con bombarderos de picada, los temibles Stukas, es una eficiente maquina devoradora de hombres, agresores y defensores. Los aviones caza japoneses son los mejores del mundo, los afamados Cero, la marina japonesa es moderna y disciplinada. Su ejército terrestre va conquista tras conquista.
En mayo de 1942 la marina japonesa intenta desembarcar soldados en Nueva Guinea para amenazar a Australia. La marina de EE.UU. se les enfrenta, en Mar del Coral, y sufre terribles pérdidas: un portaaviones hundido, otro escorado, cruceros, destroyers y cientos de aviones; pero los japoneses se ven obligados a retirarse. Mar del Coral es la primera batalla de mar en la que los barcos no se cañonean uno al otro sino que los aviones luchan entre sí en el aire y bombardean y torpedean a los barcos. Un mes después, en la batalla de Midway, a principios de junio de 1942, los EE.UU., con la pérdida de un portaaviones y algunos aviones, acaban con cuatro portaaviones japoneses modernos y sus aviones y además hunden un crucero pesado. Lo hacen con los mismos aviones malos con los que venían peleando. Después de esto, la industria americana produciría modelos de aviones, que aparecían cada seis meses y que eran cada vez mejores. Más rápidos, más artillados, más blindados. La industria japonesa alcanzaba solamente para pequeñas y esporádicas modificaciones del modelo básico del Cero. A partir de Midway todo mundo sabía que Japón saldría derrotado. O sea que desde junio de 1942 el resultado de la guerra del Pacífico estaba fatalmente determinado
Los niños conocíamos quién mandaba a qué cuerpos de ejército, cómo se llamaban los generales alemanes, los pilotos japoneses y cómo los portaaviones hundidos. La guerra era el tema obligado y conocer a sus protagonistas era para nosotros un juego tal como sería saber quién es pitcher gordo del Yanquis o el feo mediocampista brasileiro del Barza. Seguíamos los avances y retrocesos de los ejércitos en mapas desplegados en las paredes de las casas y de los comercios. Escuchábamos, en español, las noticias por la radio de banda corta, tanto de la propaganda Aliada como la de Radio Berlín. Culiacán, Sinaloa y México entero eran pro Eje menos mi padre y sus hermanos. Habían estudiado en los EE.UU. y sabían de su potencial industrial. No tenían dudas quién ganaría la guerra una vez que sus fábricas hicieran la conversión para producir armamento. Las presiones de los amigos, por esta razón y por muchas otras, no eran fáciles de sortear.
En mayo de 1942, submarinos alemanes hunden al barco petrolero de bandera nacional y tripulado por mexicanos, llamado Potrero del Llano. Después hundirían también al barco mexicano llamado Faja de Oro. El gobierno de México exige satisfacciones de los agresores pero estos no contestan y México les declara la guerra. El país incrédulo recibe las noticias. Nace la versión de que los americanos habrían hundido los barcos para forzarnos a entrar a la guerra. La patraña la creímos firmemente y a la fecha la siguen creyendo demasiados. También creen que Roosevelt, aun sabiendo que Japón atacaría Peral Harbor, no le avisó a sus propias tropas en Hawai y así. Creencias que ni los estudios, ensayos y libros de cientos de historiadores contradicen pero que son sustento del repudio a los americanos. Seguir siendo pro Eje cuando nuestro gobierno le había declarado la guerra y se había unido a los Aliados, tendría en adelante serias consecuencias como después veremos.
En la primera fiesta escolar del Cervantes, en el Casino de Culiacán entonces en Ángel Flores y Morelos, canto con otros tres niños la bella canción: Santa Lucia Lontana. Desde entonces y hasta la fecha nadie nunca jamás me ha vuelto a pedir que cante. Que creen paisanos míos que no les tengo guardados serios agravios.
Termina el año escolar y nos vamos de nuevo a Guadalajara a pasar el verano.

viernes, 8 de febrero de 2008

Años de escuela. Primero de primaria

Nací el 1 de agosto de 1934. Sin asistir a pre-escolar, que no habría en aquel entonces, para septiembre de 1940 entré a primaria a una escuela particular, calle Hidalgo cerca de avenida Morelos, que tenía la maestra Lola Favela. La escuela tuvo que cerrar porque las disposiciones de una nueva Ley de Educación en el Estado exigía que las maestras fuesen normalistas.
Mi breve paso por esta escuelita me enseñó a leer y a escribir, a sumar y restar y a recitar las tablas de multiplicación. Quizá con ayuda de una delgada regla de madera aplicada ocasionalmente a la palma de la mano, quizá haciendo chivitos sobre la patilla, el caso es que doña Lola enseñaba y claro que aprendíamos lo más rápido posible.
Me cambié a otra escuela particular, con las maestras Moncada, avenida Donato Guerra cerca de calle Rafael Buelna, Esta escuelita también tuvo que cerrar por el mismo motivo que el de Lola Favela. Ingresé, entonces, al Colegio Sinaloa.
Tres eran los políticos protagonistas de nuestro devenir sinaloense. Los tres coroneles. Gabriel Leyva, Alfredo Delgado y Rodolfo Loaiza. Eran, desde luego entusiastas cardenistas ya que don Lázaro era el presidente de la República. Entre sus calenturas revolucionarias les era importante acabar con las escuelas confesionales. Había que hostigarlas para eliminar el pensamiento retrógrado. El Estado no estaba preparado para alojar en sus escasas escuelas públicas a los alumnos desplazados pero eso se arreglaría con el tiempo. Así fue como la educación en Sinaloa sería, de ellos en adelante, progresista, científica, patriótica, socialista desde luego y libre de oscurantismos y supercherías. El objetivo inmediato era acabar con los Colegios Sinaloa, América y Monferrant. Ensayaron primero con escuelitas más pequeñas con las que se cumplían sus propósitos.
El asunto cristero se había arreglado, a nivel nacional, desde 1929 pero nuestros políticos regionales seguían de furibundos come curas. En casa de Delgado había devotas mujeres a las que se les toleraban sus prácticas religiosas, porque: “la religión era asunto de mujeres”. Los políticos no asistían a misa, pero por ser asunto de mujeres, se bautizaba a los hijos, se hacían compadres y casaban a las hijas por la Iglesia.
En fin, que íbamos al Colegio Sinaloa entrando por el costado de un lote por la avenida Andrade, entre Hidalgo y Ángel Flores, para asistir a las clases bajo un tejaban. Supuestamente había persecución. Imaginen un desfile de niños con mochilas entrando y saliendo de un lote urbano disque a escondidas de las autoridades. Ridículo.
La orden religiosa que funda el Colegio Sinaloa ya había pasado, como dije hacía más de diez años, la Cristiada y sus consecuencias en Aguascalientes, ciudad donde la orden religiosa fue fundada, por lo que ya tenía maestras con título normalista. Envía unas pocas a Culiacán y ya no pueden cerrarle su colegio. Las amistades de Delgado le convencen que ya no tenía mucho caso cerrar los otros colegios confesionales y se les tolera que sigan operando. El América y el Monferrant pronto enviarían hermanas a la Normal dando así cumplimiento a las leyes en la materia.
En el desaliento de los coroneles seguramente influyó el cambio en el gobierno federal ya que asume la presidencia el General Manuel Ávila Camacho, a partir del 1 de diciembre de 1940, que propone una política de reconciliación nacional y declara que es creyente.
Por su excepcionalidad vale la pena recordar, que Leyva enseguida deja el cardenismo y se vuelve ávilacamachista. Delgado, gobernador del 1 de enero de 1937 al 31 de diciembre de 1940, es entonces gobernador durante un mes del régimen de Ávila Camacho. Total que Delgado y Loaiza se resisten a la nueva tónica oficial a tal grado que cuando viene la sucesión de Delgado, el partido oficial PNR en su fundación en 1929, llamado PRM a partir de 1938 y PRI desde 1946, lanza de candidato al Ing. Liera pero Delgado postula a Loaiza como candidato independiente a gobernador. El choque entre la CTM, muy fuerte en Los Mochis, y los campesinos organizados por el cardenismo es brutal pero se imponen las fuerzas regionales y gana Loaiza. Así fue y así le fue.
Estuve diez y ocho años en la escuela pero les prometo que no los comentaré uno por uno.

Enlaces a páginas web

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jueves, 7 de febrero de 2008

Cantaclaro

Fracción de "Cuentos de Pascua" del autor

Lingua Franca

Empecé a visitar a Emilia todos los días al amanecer. Normalmente me levanto a las cinco de la mañana y salgo a caminar. Durante los días de la visita, antes de ir al ejercicio, entraba a saludar a mi nieta. Casi siempre su mamá dormía mientras que Emilia ya retozaba en cama con los ojos abiertos.
-Emilia, buenos días. Estás muy bonita esta mañana. Me dicen que eres muy platicadora pero a mí no me ha tocado conversar contigo.
En los primeros días, Emilia solamente me veía y callaba. Al tercer o cuarto día llegué y dije:
-¡Cómo estás preciosa! Te ves muy activa. Te pareces a tu padre pero te veo, porque quiero verlo, un ligero aire de mi familia.
Emilia me vio, empezó a agitar brazos y piernas y contestó:
-Ta lala, ta lalá, ta lala lalá.
En lingua franca, lenguaje universal de los bebés, Emilia me dijo: “Conozco tu voz, me gusta tu saludo, pareces amable.”
Al día siguiente me senté junto a Emilia y le hablé así:
-Me aseguran que eres una niña bien portada y tranquila. ¿Cómo te sientes en Altata? Ojalá se den las condiciones para bañarnos juntos en el mar.
Emilia me vio, subió y bajó sus brazos sobre su cabeza y balbuceó:
-Ta lala lalá, ta lala, lala, lalá.
Lo que significa: “Siento tu calor, percibo tu olor, ya conozco tu voz.”
Mañanas después la cargué mientras la bailaba y cantaba: “Tiene los ojos tan zarcos, la norteña de mis amores, que se mira dentro de ellos como quien mira destellos de las piedras de colores.” Emilia sonreía diciendo:
-Percibo tu voz y empiezo a reconocer tu imagen. Tus brazos me dan seguridad. Me he familiarizado con tu olor y calor.
Así seguimos platicando y nos fuimos haciendo amigos. Hacia el final de su breve estancia, Emilia me reconocía a varios pasos de distancia. En una de las veces me sorprendió diciéndome:
-Ya te conozco aunque no te sienta cerca, lo que es más, aunque no hables, con sólo verte sé quien eres. Eres quien me carga con seguridad y me canta por las mañanas. Así te llamas: “Brazos seguros, alegría por la mañana.”
Qué enormidad es el misterio del desarrollo de los niños. En su léxico, Emilia emitía solamente enunciados importantes mientras yo no hallaba que decir. No importa porque mi actitud, tono de voz y lenguaje corporal también estaban en el lenguaje universal que es el mismo idioma que entiende y habla mi nieta y por eso quizás me concedió el privilegio de conversar conmigo.
Dentro de meses, cuando Dios mediante, la vuelva a ver, ella habrá aprendido a decir mamá, papá, papa, agua, etc. Dependerá cada día más del idioma para comunicarse y de su capacidad de comprensión para entender lo que se le dice. Irá creciendo y el proceso se acelerará. Ojalá conserve algo del idioma universal que ahora conoce tan bien.

Lingua Franca

I visited Emilia daily before dawn. Usually I wake up and rise at five and dress for my morning walk. During Emilia’s visit I would enter her room before going out to exercise. While her mother still slept, she would usually be awake turning in bed with her eyes open.
- Emilia, good morning. You are beautiful this morning. I’m told that you are a talker but I still haven’t heard you.
During the first few days, Emilia only saw me and kept quiet. On the third, or was it the fourth, visit I told her:
- Hello beautiful. You are especially active. You look like your father but I see, because I want to, a certain resemblance to my family.
Emilia looks at me moves her arms and legs and answers:
- Ta lala, ta lala, ta lala lalá.
In lingua franca, universal language of babies, Emilia told me:
- I know your voice, I like your hellos and you seem nice.
Next day, I sat by her side and spoke this way:
- I am told that you are a well-behaved and quiet child. How do you feel in Altata? I hope weather conditions give us the opportunity of going into the sea together.
Emilia stares at me raises and lowers her head and says:
- Ta lala lalá, ta lala, lala, lalá.- Which means:
- I feel your warmth, I recognize your smell and I know your voice.
On mornings when I embraced Emilia while I danced and sang to her:
- You have, my love, the mottled green eyes of the girls of the north. One looks into them and sees the colored pebbles of the brooks of our dreams. - Emilia smiles saying:
- I hear your voice and begin recognizing your image. Your arms give me confidence. I am familiar with your smell and your warmth.
We continued talking and began to become friends. Towards the end of her brief stay, Emilia recognized me even a few steps away. She once surprised me saying:
- I know who you are even though you are not near me, what is more, even though you do not speak. I know who you are just by looking at you. You are the one who carries me safely and sings in the morning. That is your name: “Sure arms, joy in the morning”
What an immense mystery a child’s development is! In her baby talk, Emilia made only important statements while I was at a loss for words. No matter, because my attitude, tone of voice and body language were also in the universal language that is the one my granddaughter speaks and understands and perhaps because of it she granted me the privilege of addressing me.
In a few months when, God willing, I will see her again, she will have learned to say pappa, mommy, water, hungry and so. She will depend more and more on language to communicate and to understand. She will grow and the process will speed up. Hopefully she will keep the universal language she now knows so well.