Terminado el primer año de primaria en el Colegio Sinaloa, las monjas prepararon a varios niños para hacer su primera comunión. La ceremonia de grupo fue en el Santuario del Sagrado Corazón, en junio de 1941, a media cuadra de mi casa. La fiesta, que compartí con mi primo Carlos Hernández Monge, fue en el recién techado vestíbulo–sala de nuestra casa de Ángel Flores. Recuerdo el chocolate caliente no obstante ser verano y los buñuelos azucarados, pequeños y en forma de rueda de carreta y las pinturitas aportadas por mi nina Silvina, madre de Carlos.
La familia pasó el verano de 1941 en Guadalajara. Don Arturo y doña Mercedes, ya tenían cinco hijos: Arturo, Mercedes, Miguel Ángel, Elena y nacido en febrero de ese año, Jesús Ricardo. Luego vendrían otros cinco.
Después de las vacaciones empiezo segundo de primaria en el recién fundado Colegio Cervantes. Don Manuel Clouthier Andrade, don Arturo y un grupo de conocidos señores respaldan el proyecto para que la ciudad contara con una escuela laica privada. Les recomiendan a don Miguel Salvador Pérez, maestro de Guadalajara que se anima a venir a establecerse en ésta.
El maestro de segundo es el profesor Mendoza. Primer maestro hombre que me toca ya que antes había estado sólo con “señoritas”. Mendoza era un hombre serio, de respeto y muy buen docente.
Son condiscípulos Manuel Clouthier, mi primo Enrique Murillo, mi vecino Jorge Cervantes, nuestro pintor Álvaro Blancarte, Jacobo Farjí, el Sr. Meza, muchos años en correos de México, Ángel Zuñiga, Rogelio Tamayo y muchos otros que aparecen en la fotografía que ya publicó este diario.
Manuel Ávila Camacho es presidente de México. Su política de reconciliación nacional va surtiendo efecto y cesan las persecuciones religiosas en los estados, los templos abren al culto y se vuelve a confirmar en Catedral. Termina también el acoso a las escuelitas de maestras por vocación que habían enseñado a generaciones de culichis. Nuestro gobernador, Coronel Rodolfo Loaiza, aguerrido cardenista, sin cambiar de ideología sí cambia de actitud y desplegando la simpatía que le era fácil da a los sinaloenses prosperidad y confianza.
La plática de los niños de la época es la guerra. La Segunda Guerra Mundial en Europa, en el norte de África y en Oriente y la guerra en nuestras calles con los protagonistas de la época: los del Monte y los treinta del Sur; Leyzaola, torturado y ultimado en la sierra; Raúl Rivera, líder de cañeros asesinado en sus oficinas; la muerte del mayor Zaragoza en el Casino de Culiacán y la del Torito Andrade, en Rosales y Obregón y así, etc., etc. La misma violencia por razones parecidas que todavía no termina.
La II Guerra Mundial está resultando un éxito tras otro para las fuerzas del Eje. Alemania, Japón e Italia. Los alemanes sitian Leningrado; avanzan sobre Moscú; arrollan al ejercito inglés, que es copado en Dunquerque, hasta que logra regresar a su isla; derrotan a Francia rodeando su famosa Línea Maginot; y Rommel tiene sitiado y toma Tobruk, en el norte de Africa, amenazando así al canal de Suez. Los japoneses son dueños de Manchuria, la costa de China la tiene invadida desde diez años antes, ocupan Birmania, conquistan Filipinas y toman la supuestamente inexpugnable fortaleza de Singapur. El 7 de diciembre de 1941 bombardean Pearl Harbor y provocan la entrada de EE.UU. a la guerra. Al Eje no le importa porque se sienten invencibles. El ejército alemán y su guerra relámpago, blitzkrieg, de ataques combinados de tanques e infantería apoyados con bombarderos de picada, los temibles Stukas, es una eficiente maquina devoradora de hombres, agresores y defensores. Los aviones caza japoneses son los mejores del mundo, los afamados Cero, la marina japonesa es moderna y disciplinada. Su ejército terrestre va conquista tras conquista.
En mayo de 1942 la marina japonesa intenta desembarcar soldados en Nueva Guinea para amenazar a Australia. La marina de EE.UU. se les enfrenta, en Mar del Coral, y sufre terribles pérdidas: un portaaviones hundido, otro escorado, cruceros, destroyers y cientos de aviones; pero los japoneses se ven obligados a retirarse. Mar del Coral es la primera batalla de mar en la que los barcos no se cañonean uno al otro sino que los aviones luchan entre sí en el aire y bombardean y torpedean a los barcos. Un mes después, en la batalla de Midway, a principios de junio de 1942, los EE.UU., con la pérdida de un portaaviones y algunos aviones, acaban con cuatro portaaviones japoneses modernos y sus aviones y además hunden un crucero pesado. Lo hacen con los mismos aviones malos con los que venían peleando. Después de esto, la industria americana produciría modelos de aviones, que aparecían cada seis meses y que eran cada vez mejores. Más rápidos, más artillados, más blindados. La industria japonesa alcanzaba solamente para pequeñas y esporádicas modificaciones del modelo básico del Cero. A partir de Midway todo mundo sabía que Japón saldría derrotado. O sea que desde junio de 1942 el resultado de la guerra del Pacífico estaba fatalmente determinado
Los niños conocíamos quién mandaba a qué cuerpos de ejército, cómo se llamaban los generales alemanes, los pilotos japoneses y cómo los portaaviones hundidos. La guerra era el tema obligado y conocer a sus protagonistas era para nosotros un juego tal como sería saber quién es pitcher gordo del Yanquis o el feo mediocampista brasileiro del Barza. Seguíamos los avances y retrocesos de los ejércitos en mapas desplegados en las paredes de las casas y de los comercios. Escuchábamos, en español, las noticias por la radio de banda corta, tanto de la propaganda Aliada como la de Radio Berlín. Culiacán, Sinaloa y México entero eran pro Eje menos mi padre y sus hermanos. Habían estudiado en los EE.UU. y sabían de su potencial industrial. No tenían dudas quién ganaría la guerra una vez que sus fábricas hicieran la conversión para producir armamento. Las presiones de los amigos, por esta razón y por muchas otras, no eran fáciles de sortear.
En mayo de 1942, submarinos alemanes hunden al barco petrolero de bandera nacional y tripulado por mexicanos, llamado Potrero del Llano. Después hundirían también al barco mexicano llamado Faja de Oro. El gobierno de México exige satisfacciones de los agresores pero estos no contestan y México les declara la guerra. El país incrédulo recibe las noticias. Nace la versión de que los americanos habrían hundido los barcos para forzarnos a entrar a la guerra. La patraña la creímos firmemente y a la fecha la siguen creyendo demasiados. También creen que Roosevelt, aun sabiendo que Japón atacaría Peral Harbor, no le avisó a sus propias tropas en Hawai y así. Creencias que ni los estudios, ensayos y libros de cientos de historiadores contradicen pero que son sustento del repudio a los americanos. Seguir siendo pro Eje cuando nuestro gobierno le había declarado la guerra y se había unido a los Aliados, tendría en adelante serias consecuencias como después veremos.
En la primera fiesta escolar del Cervantes, en el Casino de Culiacán entonces en Ángel Flores y Morelos, canto con otros tres niños la bella canción: Santa Lucia Lontana. Desde entonces y hasta la fecha nadie nunca jamás me ha vuelto a pedir que cante. Que creen paisanos míos que no les tengo guardados serios agravios.
Termina el año escolar y nos vamos de nuevo a Guadalajara a pasar el verano.