Tormenta de noche sobre Culiacán. De día la tormenta la ponemos nosotros.

Tormenta de noche sobre Culiacán. De día la tormenta la ponemos nosotros.
De día, la tormenta la ponemos nosotros.

lunes, 20 de octubre de 2008

Primeros años de ingeniería

Once estudiantes del Tecnológico originarios de Sinaloa, Sonora y Baja California; rentamos una hermosa residencia por la calle Hidalgo, dos cuadras al poniente de La Purísima, frente a un delgado camellón con palmeras. Mis compañeros de cuarto eran Lucano Carlos Orrantia Ferreira, culichi, y Julián Ignacio Gallego Monge de Tijuana. Allí estuvimos más de tres años hasta que nos fuimos recibiendo y dejando Monterrey. Vivimos en hermandad durante este bello tiempo pero una vez en nuestras ciudades de origen jamás nos buscamos para nada. Verdaderamente extraño e inexplicable.
Hicimos nuevas amigas. Gabriela, amable, dulce, lectora de revistas culturales, de biografías y de novelas de moda; Isabel, blanca, rubia, guapa y plantosa, buena para contar chistes y de risa fácil y confiada; Martha, de hermoso rostro y cierta timidez; María Isabel, que pretendía ser la jefa del grupo y era la organizadora de todos los eventos; Mary, un poco mayor que nosotros, simpática y realmente la conductora del rebaño, era cajera de Banco y llegó a gerente para cuando nosotros terminamos nuestras carreras y empezaríamos a trabajar. Eran también del grupo unas jóvenes de Tamaulipas: Guillermina y sus hermanas cuyos nombres y apellidos olvidé porque estas memorias debieron escribirse hace cincuenta años. Estas mujeres nos enseñaron a entender la amistad, apreciar la ternura, aquilatar la fidelidad. No hay con qué pagar lo que les debemos a estas jóvenes de nuestra edad, 23 a 24 años para cuando nos recibimos, que ya eran mujeres sensatas, maduras y listas para formar familias y que nos toleraron tantos años mientras nosotros transitábamos de estudiantes inmaduros y cabríos insensatos que apenas entendíamos la vida, a profesionistas a punto de asumir nuevas obligaciones. Seguramente ellas tenían sus razones y otros pretendientes más prometedores y formales pero el hecho es que nos aceptaban y nos tuvieron paciencia. Les correspondimos olvidándolas y jamás enterándonos que fue de sus vidas.
Me gustaría platicarles de dos que tres novias que tuve pero hay muchos moros en la costa.
Por amistad con Francisco Orozco, jugábamos básquetbol, originario de la Baja, conocí un grupo de estudio. Orozco se fue separando porque sería ingeniero mecánico, después se doctoró en ingeniería, mientras los demás aspiraban a ingeniería civil. Eran los mejores estudiantes de la generación que terminó sus estudios en 1958. Por fortuna me fueron aceptando y terminé siendo miembro de número. Con ligeras diferencias en retención, velocidad, capacidad de abstracción y organización mental de cada uno opino que: Luís Echeverri Said, del D.F., tiene el “foresight y feeling” de lo que es la ingeniería; Manuel Barahona Aguayo, de padre hondureño radicado en Monterrey; obtuvo el mejor promedio de calificaciones del grupo; Lauro Chapa Garza, de Sabinas, Coahuila; fue mención honorífica al graduarse; Tomás Cantú Martínez, de padre tamaulipeco y madre nayarita pero radicados en Monterrey; es el mejor industrial de la construcción. Casi nunca trabajaba con nosotros el mejor estudiante de la generación que era Miguel Ángel Macías Rendón, QEPD, que obtuvo el máximo galardón al graduarse: Premio al Saber.
“Los chico malos” que se sentaban en la última fila muy pronto nos apodaron: “Persignados”. Nos consideraban conservadores y dedicados y se burlaban que nos sentáramos en la primera fila del salón de clases. Sostenían que el orgullo estudiantil era pasarla bien y aprobar los exámenes sin mucho esfuerzo. Nadie puede cursar ingeniería civil con esa pretensión por lo que algunos de ellos deben haber sido particularmente brillantes. Recuerdo a Schiafino, Traslaviña, Pepé Cantú, Perro Quintana, Ojón Castaños, Borrega Gonzalez y a Plácido Garza.
La carrera se considera difícil más no tanto como otras ingenierías pero extrañamente sí es la que obtiene menos premios académicos en las fiestas de graduación general del Tec que se celebran anualmente.
La rutina que diariamente seguíamos era muy parecida. Todas las tardes, de lunes a viernes, Tomás pasaba por nosotros en su automóvil y en su casa durábamos horas haciendo tareas y estudiando. Un café después del estudio ya noche en alguna Farmacia Benavides y aquí se rompió una tasa. Sábados y domingos eran para divertirse con los amigos que cada quién tenía por separado salvo que las tareas ameritaran trabajar el fin de semana cuando se repetía la rutina acostumbrada. Este estudio cotidiano me permitió seguir aprobando exámenes y son los Persignados en buena parte responsables de que terminara la carrera.
En la época durante la que estudié, ingeniería civil tenía la pretensión de abarcar las disciplinas de ingeniería en general. No obstante la enorme diferencia entre las disciplinas, las universidades, que parecen no enterarse a tiempo de nada, todavía graduaban ingenieros mecánicos electricistas. Además, ya se advertía que en la electrónica estaría el futuro y que pronto sería otra carrera por separado. Los enormes avances en la aplicación de la química y la física ya tenían a Gagarin en el espacio. La energía atómica pasaba de las bombas a las plantas para producir energía controlada. La cibernética anunciaba su irrupción en nuestra vida diaria. Ya se conocían aplicaciones de nano-tecnología. No obstante lo anterior los civiles pretendíamos abarcarlas. ¡Qué desproporción! ¡Qué monumental soberbia! Así entonces, llevábamos cursos de ingeniería eléctrica con taller en donde aprendíamos a conectar generadores y motores; y cursábamos ingeniería química, orgánica e inorgánica, con laboratorio de análisis cualitativo. Actualmente ya no se imparten estas materias porque las básicas propiamente de ingeniería civil; como estática, dinámica, resistencia de materiales, mecánica de suelos, hidráulica y estructuras; ocupan toda la dedicación posible de los civiles. Estos primeros años de la carrera son muy difíciles. En ellos se estudia la teoría de la que partirán las aplicaciones como: puertos, presas, canales de navegación, ferrocarriles, carreteras, instalaciones de edificios y diseño y cálculo en acero y en concreto. No siendo ninguna de las aplicaciones extremadamente difícil, sí requieren de tan diferentes criterios que muy pocos cursan la carrera con buenas calificaciones en todas las materias.