En el mundo occidental moderno se tiene
desconfianza en materia política al empresario exitoso que empezó de la nada,
esto es al hombre forjado a sí mismo. Se le aplaude su éxito, se admira su
inventiva, arrojo, disciplina y buenas decisiones para alcanzar sus metas. Se
reconoce que mueve a la economía, que crea riqueza y da empleos. En otras
palabras, el hombre producto del esfuerzo es respetado y hasta homenajeado. Sí
pero no gusta para gobernante. Esto venía siendo cierto desde décadas atrás:
¿Cambiará Trump este sentir?
Por otra parte, si el gobernante ha sido
político toda su vida y tomará decisiones sobre valor de la moneda, sobre la
remuneración al trabajo, sobre precios de servicios públicos, sobre impuestos y
sobre muchos otros importantes parámetros de la economía además de sobre la
vida social y política, cabe preguntarnos: ¿cómo va a tomar esas
determinaciones si jamás ha tenido un empleado, jamás ha pagado un servicio
público, jamás ha pagado una escuela, jamás ha comprado un boleto de avión, jamás
ha tenido que buscar crédito para pagar una raya?
A mí no me gustan los empresarios como
jefes políticos. Es una preferencia personal que se acentúa cuando el
pretendiente externa que nos hará un favor gobernándonos.
En nuestro medio, que no premia el saber
ni la profesión sino premia la política y el comercio, me inquieta ese momento
de la toma de protesta de los cargos públicos cuando se promete cumplir y hacer
cumplir la ley. ¿Cómo va protestar cumplir la ley cuando para prosperar en una
sociedad injusta y llena de trampas, el empresario forjado a sí mismo ha tenido
que violarla repetidas veces?
¿Qué le importa la ley a quien hace
compadres a quienes estarían encargados de aplicarla, a quien soborna y hasta
amenaza? ¿Qué respeto puede tener por las estructuras sociales, por la ética y
los valores tradicionales, quien siente que solamente le han estorbado? ¿Qué
valor le dará a la sabiduría, a la templanza, al respeto si no los ha necesitado
para nada para triunfar?
Creen que un empresario exitoso tendrá
respeto por un maestro de escuela que gana, si bien, trece mil pesos mensuales.
Creen, de veras, que los triunfadores que
conocen siempre pagaron sus impuestos, que acatan las leyes ecológicas, el
derecho del trabajo, las medidas de seguridad, que nunca dieron mordidas, que
ganaron contratos en licitaciones transparentes. ¿De verdad lo creen?
Hay sobradas razones para sospechar que el
hombre producto del esfuerzo no deba asumir cargos ejecutivos de la estructura
de gobierno. Por décadas el PRI se cuidó de no confundir una cosa con otra.
Parece que ahora ya no.
Este escrito no es personal ni lleva
dedicatoria: es solamente mi parecer ya expuesto en otras ocasiones.
No puedo decir que prefiero a los
políticos de carrera pero me conformo con ellos.
Además, el político considera la opinión
de sus conciudadanos. Quizá solamente de los que mandan en su partido y de
representantes de fuerzas de facto pero eso ya es número considerable. En ese
devenir aprende a respetar las estructuras sociales y económicas. El empresario
exitoso, por lo regular, no tiene ese respeto puesto que ha triunfado a pesar
de ellas, porque ha tenido que atropellarlas luego no las respeta.
¿Cómo van a protestar cumplir y hacer
cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen? ¿No tendrán peligro de
atragantarse?