Tormenta de noche sobre Culiacán. De día la tormenta la ponemos nosotros.

Tormenta de noche sobre Culiacán. De día la tormenta la ponemos nosotros.
De día, la tormenta la ponemos nosotros.

martes, 22 de septiembre de 2015

Dominó

El juego del Dominó, como se juega en Sinaloa, es un juego de cuatro individuos que se sientan a los costados de una mesa cuadrada. Se juega por equipos, dos por equipo que se sientan en lados opuestos. Se juega con 28 fichas de plástico endurecido color claro, digamos que blanco, cada una con una raya en medio. A cada lado de cada ficha, pequeñas socavaciones pintadas de oscuro, digamos que de negro, marcan números del 0 al 6. El cero sin socavación alguna. Hay, entonces, siete seises y sucesivamente siete cincos, cuatros, treses, doces, uno y ceros. Son 28 fichas en total, cada una con doble lado.
Al empezar a jugar cada participante escoge a ciegas siete fichas. En la primera mano sale el doble seis, llamado mulas de seises. Enseguida pone ficha el participante a mano derecha del iniciador. Así, en orden de giro contra las manecillas del reloj, toca turno a cada participante. Gana la mano el equipo que logra que uno de los dos se le acaben las fichas antes que a los contrarios. El equipo gana la suma de puntos que no jugaron los contrarios. O bien si queda la hilera de fichas puestas con los últimos dos números iguales y ya nadie tiene para jugar, se cuenta los puntos que suman cada pareja y la que tenga menos gana la suma de los puntos de la pareja que tuviera más. Se juega a llegar primero a cien puntos a favor.
Las fichas deben colocarse haciendo coincidir los números de fichas consecutivas. Si algún participante no tiene ficha para colocar entonces pasa y no juega ficha alguna.
Después de la primera mano en la que, como se dijo, salió mula de seises, saldrá cualquiera de la pareja que ganó esa mano. El participante que sale lo puede hacer con cualquier ficha.
La estrategia del juego es salir con la ficha que se tenga más repetida para obligar a los contrarios a pasar. Una vez que un participante señala la salida, su pareja procurará poner terminaciones iguales a la salida del compañero o bien hacer que le lleguen terminaciones de los números que está jugando para repetir el número de su salida. El jugador de la pareja que tiene menos fichas lleva la mano. Su compañero debe jugar para que a él se le acaben las fichas antes que a los contrarios.
La regla de oro del juego es: Respetar la mano, repetir la ficha y retiznar al contrario.
El juego es divertido y debe jugarse en silencio, sin acomodar fichas y sin tentarlas. Ficha tentada, ficha jugada. El castigo por equivocar una terminación es de 25 puntos. Igual por pasar teniendo ficha con que jugar.
Está a punto de acabarse una mesa de dominó que tiene como ocho años de funcionar. Se está acabando porque Sanborns cerrará el bar, en donde se juega de lunes a viernes, por incosteable. También porque el juego saca personalidades de los jugadores y éstas se están volviendo incompatibles con una sana camaradería.
A un jugador le gusta salir de cacería y sorprender quedándose con las últimas fichas jugables. Ejemplo, si los contrarios salieron y lo hicieron a cincos y él tiene dos o tres cincos, en vez de matar los cincos contrarios los esconde buscando que lo dejen solo con todos los cincos restantes. Es una estrategia de baja probabilidad porque está jugando las fichas del enemigo pero el gusto que le da que se presente este evento hace que aunque seguido pierda él está dispuesto a pagar el precio con tal de que de vez en cuando él sea el único que tiene fichas que jugar. En el transcurso de la mano eso implica no matar la ficha del contrario por lo que el compañero pasará con frecuencia lo que da ocasión a reclamaciones. Su vanidad le impide jugar mejor.
Hay otro jugador que no quiere quedarse sin fichas que jugar y en vez de tapar las fichas contrarias se reserva alguna para jugarla cuando crean que ya no tiene. Éste tampoco está pensando en dar oportunidad a su compañero sino en su juego personal. Es además el único mejicano al que le salen las canas negras.
Uno de estos birjanes manosea las fichas de principio al fin y suele colocar el número de terminaciones que le quedan del lado que colocará la ficha que juega. Esto es que si su compañero salió a unos y él tiene dos unos, cuando llega su turno juega su ficha y del lado que la coloca ha puesto los dos unos que tiene. Es buen jugador pero la piensa de más.
Otro jugador desespera cuando él cree evidente qué fichas faltan y empieza a voltear fichas propias y ajenas. También eso causa molestias. No entiende que no todos son tan rápidos como él.
Otro más, comenta cada error del contrario y se lleva dando lecciones de qué fichas deben ser jugadas. Eso además de decirle tarugos a sus compañeros de juego. Además se molesta porque al colocar las fichas las truenen contra la mesa. No es el jugador más grande pero sí el que más ruido hace.
Mientras uno se queja de levantar puras mulas otro vive en un plañido parejo por las malas manos que le tocan.
En fin, que por no jugar estrictamente de acuerdo a las reglas de silencio y castigo, la mesa se está acabando y las reclamaciones entre los jugadores están subiendo de tono.
Eso aun cuando no se juega de apuesta, ni siquiera de mazote. Aun así se pone demasiado orgullo en las jugadas, las reclamaciones no paran y la mesa se acabará. Me pesa que la jugada termine cuando lo único que tienen que recordar son las palabras de Martí: “Cultivo una rosa blanca…”